La decada de los ocasos (I)

1950, LA DECADA DE LOS OCASOS

Lo opuesto reside en cambiar la memoria de los hombres: en demostrar que todo lo que recordamos, y en todo lo que somos, nunca es de una sola manera. Que la verdad no es una ni mucho menos absoluta, sino frágil y con innumerables facetas, como los ojos de una mosca”.

          Son palabras de Tomas Eloy Martinez al intentar entender el fenómeno del peronismo.

I. Verdades y mentiras

          La historia que comenzó con un terremoto y terminó con un bombardeo en la Plaza de Mayo, todavía vibra de sus replicas convulsivas. En el medio de estos dos eventos trágicos, se forjó uno de los periodos más intensos y transformadores en la historia Argentina: nace y se consolida el peronismo.

          Juan Domingo Perón nació en 1895 en la localidad de Lobos, provincia de Buenos Aires, hijo natural de Mario Tomas Perón y Juana Sosa. Sus abuelos lo marcaron a fuego, Tomas Liberato Perón, su abuelo, fue un destacado médico, participó en la guerra de la Triple Alianza (una guerra regional que opuso Brasil, Uruguay y Argentina por un lado, y Paraguay del lado opuesto), la abuela de Perón se llamaba Mercedes Toledo del Pueblo de Azul, era una india tehuelche, por eso Perón se ufanaba de tener sangre india, tener un linaje de mestizo, así llegó a presidente de la nación, afirmaba; “me siento orgulloso de llevar sangre tehuelche, descendiendo por vía materna de quienes poblaron la Argentina desde siglos antes que llegaran los colonizadores”.

Estación de Lobos – Foto Commons Wikimedia

          En 1899 el padre de Juan Domingo se trasladó a las llanuras patagónicas, al sur de la Argentina, el clima hostil del sur ventoso le templó el carácter al hijo nacido en la zona bonaerense de Lobos.

En Patagonia – Foto PV

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          Desde 1944, para bien o para mal el fenómeno cobra cuerpo y se instala como un menhir en la sociedad argentina. Perón accede al gobierno como candidato del Partido Laborista, organizado por un conjunto de sindicatos, enarbolando la bandera política de la “Justicia Social”, un concepto bastante nuevo para la época en Argentina. Las medidas implementadas favorecen a los sectores obreros, el líder gana el apoyo del movimiento de trabajadores, y al mismo tiempo se gana un abierto repudio de los sectores empresariales.

          El coronel Perón se hincha de una popularidad que crece hasta convertirle en una figura relevante, un nuevo mesías en la chata política argentina, muñido de nuevas ideas se lanza a constituir un estado moderno, más dinámico y más justo. Gana las elecciones de febrero de 1946 con un 56% y se vuelve presidente de la república argentina.

          Su primera presidencia se caracteriza por un excesivo gasto público, una redistribución hacia los más pobres conocida como “la revolución distributiva”. Impone cuatro llamados “principios peronistas”: mercado interno, nacionalismo económico, rol preponderante del estado y papel central de la industria. Bajo estas premisas, el mandatario procede en 1946 a nacionalizar el Banco de la Nación Argentina, más tarde estatiza a los ferrocarriles del país que pertenecían a empresas británicas y francesas.
Su discurso populista, por parte inspirado en el fascismo de Mussolini, resulta seductor y convincente, aunque la supuesta simpatía por antiguos nazis – que ayudó a varios radicarse en el territorio es un secreto a voces – le costó ser denunciado por algunos estamentos sociales.

          La sumatoria de decisiones unipersonales es suficiente para el comienzo de la gran debacle económica y política, en forma progresiva se pulverizan los márgenes de producción y derrumbe de la bonanza económica, en silencio los argentinos comienzan a empobrecerse, mientras que el líder le habla a la multitud con voz edulcorada: «estoy luchando por Ustedes».

          El énfasis de la verdad delata al mentiroso. Mira y fascina a la muchedumbre que lo idolatra, se siente un encantador de aves de corral, hasta ahora le bastó con mostrar un juego de sombras y simulación, no tiene que cambiarlo, es efectivo, seduce con facilidad a las masas, sabe con claridad solar que el pasado no volverá para salvarlo, vendrá para aplastarlo, pero no importa: si la realidad mata, la ficción lo salvará.
La sonrisa del líder ilumina la explanada de la Plaza de Mayo. Su discurso grandilocuente, mechado de metáforas y promesas doradas, crea un puente comunicacional con la muchedumbre, les habla en manga de camisa, de igual a igual, imitando el estilo de Mussolini, (Mussolini lo hacía con el torso desnudo para igualarse con el populo laboro), la visión de igualdad crea cierto encantamiento en la voluntad viva de los trabajadores. Se proclama el primer trabajador: llega a las seis de la mañana a la casa de gobierno, y cuando le preguntan el motivo de sus madrugones a su lugar de trabajo, el responde con jocosidad: «sigo una vieja costumbre del cuartel, al pedo, pero temprano».

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          Yo nací en 1950, amanecí al mundo en la década de los ocasos, corría final del primer periodo del gobierno de Juan Domingo y Eva Perón, la década del cincuenta rodaba con las ruedas cubiertas por un barro emponzoñado, una energía maligna traían los vientos, luego se instalaría en el núcleo vulnerable del peronismo: el cuerpo de Eva Duarte de Perón.

          Mi casa paterna era un enorme habitación, similar a un galpón, funcionaba como dormitorio, comedor y lugar de estar, con techos de cinc desnudo, con sus paredes de barro pintadas a la cal, recuerdo los objetos de la pared, había dos cuadros enfrentados, uno era el Corazón de Jesús y en la pared del frente, el retrato del general Perón, vestido con uniforme de gala, montado en su caballo tobiano , con una sonrisa de sol.

          La década del cincuenta traía entre sus pliegues el ocaso de un régimen, la reiteración de un golpe de estado, una modalidad remanida de recomponer el orden desde el desorden, como un adelanto del futuro relato mágico de “Cien años de soledad”. El eterno retorno a lo mismo.

Manuel Silva

(Continuará)

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Quizás esta cronología pueda serle utíl…

Terremoto: Juan Perón y Eva Duarte se conocieron en San Juan, donde tuvo lugar el más importante terremoto de la historia argentina, en enero de 1944. (Ver acá)

Bombardeo de la Plaza de Mayo: en septiembre de 1955, los militares opuestos a Perón atacaron la Casa Rosada, palacio de la presidencia, para aterrorizar a la gente y obligar el presidente a renunciar. Ver el cuento “La telaraña” en este mismo blog.

Junio de 1943: Perón participa del golpe militar que puso fin a la “década infame” y al gobierno de Ramón Castillo.

Diciembre de 1943: Perón forma parte del gobierno liderado por Pedro Ramírez, en tanto Secretario de Estado para el trabajo y la previsión.

Febrero de 1944 hasta octubre de 1945: Perón ministro de guerra en el gobierno del general Edelmiro Farrell.

Febrero de 1946: Perón gana las elecciones presidenciales con 56% de los votos.

1952: gana otra vez la elección (con 62% de los votos) y empieza su segundo mandato.

Septiembre de 1955: golpe de estado llamado “Revolución libertadora”. Las fuerzas armadas derrocan a Perón. Empieza un exilio de 18 años.

2ème partie : la vie comme dans un rêve

I. Le Père éternel au pouvoir

          Le leader agit comme une sorte de kitsch esthétique, il offre du rêve à quiconque est prêt à le consommer sans se poser de question, déposant son sucre sur les papilles du désir, voilà le gourmand comblé mâchant en silence l’offrande du leader paternaliste, sans que la main du donneur n’ait eu le moindre effort à faire, et il se sent comme béni par cette main supérieure.

          La photo du leader est suspendue dans toutes les écoles du pays, dans les commissariats, les administrations publiques, image d’un cavalier montant un cheval tobiano, toisant la foule depuis sa hauteur, protégeant et guérissant les humbles de son seul regard, ce regard qui les comble en leur offrant leur dose d’espoir quotidien.

Affiche de Raúl Manteola – 1948 – Musée du Bicentenaire, Buenos Aires.

          Dans son auto décapotable, Perón traverse les quartiers déshérités pour distribuer des ballons de football, des « numéros 5 » en cuir sur lesquels on a imprimé son portrait le plus souriant, ce ballon de cuir qu’on rêvait tant de pousser sur son terrain vague, et qu’aucun autre cadeau de Noël ne pourrait dépasser.

          Voici la foule domestiquée, recevant avec des cantiques laudateurs les paroles du leader, les fidèles n’attendent que sa présence, ne veulent rien entendre d’autre que le son de sa voix, n’espèrent rien d’autre qu’entrevoir sa coiffure luisante de brillantine, son visage lisse, dont le grain disparait sous une épaisse crème visant à dissimuler une ancienne maladie de la peau… Il ne lit jamais ses discours, les visages et les cris remplis d’espoir du public de la Place de mai suffisent à lui souffler les mots qu’ils attendent, ces mots, et les gestes qui les accompagnent, sont leur pain quotidien.

          Pendant son premier mandat il gouverne avec prudence, sous le regard sévère de sa compagne qui veille à ce qu’il reste en prise constante avec les enjeux nationaux. C’est elle qui le guide, lui indiquant les bons moments, celui d’ouvrir le magasin pour distribuer la farine du pain quotidien, et le bon peuple apprend ainsi à l’aimer, à la désirer, à voir en elle la grande protectrice des plus humbles.

          Quant à moi, qui peine à démêler l’écheveau historique tellement confus de cette époque, je tente d’en pénétrer l’intérieur à la machette, de reconstituer le mythe en le décrivant, me basant sur mes propres souvenirs d’enfant. Ce petit train de bois que j’avais reçu certain Noël, de la part de la fondation Evita, que je caressais comme un talisman, et avec lequel je voyageais loin, au-delà des mers, des montagnes et des lacs. Mon grand-père m’avait construit une échelle en bois pour que je puisse grimper à un arbre, et de là-haut j’en voyais passer un vrai, de train, avec son panache de fumée couvrant l’horizon, et pour l’enfant de cinq ans que j’étais, c’était comme un prodige, une apparition magique, quand je descendais de l’arbre, je retrouvais mon petit train de bois, ce premier cadeau des rois mages que je n’ai jamais, jamais oublié.

          Perón pendant ce temps est le grand cuisinier d’une réalité illusoire et toxique, et ceux qui tendent la main veulent à tout prix le toucher, recevoir ses mannes divines. Evita, qui apprend vite les ressorts du pouvoir et de la politique, s’ouvre un espace dans le cœur des petites  gens, et dessine peu à peu l’icône qu’elle va devenir. C’est elle qui lance la révolution distributive, les miracles quotidiens accomplis pour les plus modestes, ces cadeaux semblant tomber du ciel, ici une maison, là des machines à coudre, ailleurs des fraiseuses pour les petits entrepreneurs, des barques pour les pêcheurs du Paraná, des matelas, des jouets, des uniformes scolaires, et puis, aussi, l’amélioration de la condition ouvrière, le droit de vote pour les femmes…

 

          «Les femmes voteront pour elle, et les hommes pour moi», disait le général. Et c’est vrai. Pas toutes les femmes, pas tous les hommes, mais au moins les croyants, ceux qui voient en eux les messies du miracle de la foi, tous ceux qui, plus tard, auront la nostalgie de ces jours heureux, quand l’histoire, sans pitié pour les fidèles, aura décidé de changer de cap pour profiter à d’autres.

II. Magie du pouvoir

          Il existe une croyance fortement enracinée dans l’inconscient collectif des Argentins, au sujet d’un supposé pouvoir magique de leurs dirigeants : celle du «président sauveur de corps et des âmes». Un bon exemple nous en est donné par l’histoire édifiante de la famille Godoy. Celle-ci fêtait la naissance du septième enfant de la fratrie, Hyppolite. Or, une légende courait selon laquelle si le septième enfant d’une fratrie n’avait pas pour parrain le président de la République, il pouvait se transformer en loup-garou. Pour éviter cela, le père Godoy commença par baptiser son fils des deux prénoms de Perón, Juan Domingo, puis entreprit de frapper à toutes les portes pour obtenir que le président voulût bien être le parrain du rejeton.

          Après deux semaines de démarches, vint la bonne nouvelle : le petit Godoy avait obtenu l’onction présidentielle. Il est vrai qu’un refus assorti de la vérification d’une prédiction avalisée par l’Eglise elle-même aurait pu constituer une mauvaise presse pour le gouvernement. Voilà donc Hyppolite dûment baptisé sous l’égide de Perón, tout le monde est content, tout est bien qui finit bien, rien de mal n’arrivera, la vie peut reprendre son cours harmonieux : l’onction présidentielle a préservé le fils de la malédiction !

          Je nage pour ma part dans ce mélange étrange de réalité quotidienne et d’irrationalité, je m’arrange comme je peux avec une mémoire partielle – et partiale – car j’ai grandi dans un pays dont l’univers politique est un labyrinthe impénétrable, j’y cherche mon chemin à tâtons, n’entrevoyant à grand peine qu’un tissu d’incohérences, de contradictions, de corruption, avec pour seul guide un tant soit peu efficace le recours à l’univers fictionnel, de ces fausses pistes laissées sur le chemin par un péronisme habile à habiller d’un pardessus de vérité des faits incertains, de vagues intentions et de simples postures.

          Ma compréhension est seulement parcellaire, des échos, des ombres portées d’une vérité qui se dérobe, me voici à la recherche d’une date manquante, d’un élément qui m’aide à interpréter ce labyrinthe où suinte l’histoire d’un pays lové dans son propre crédo, la réalité argentine est un animal agreste, échappant perpétuellement à l’analyse et à l’entendement.

          Les Argentins avancent comme des somnambules dans un monde qui leur reste inconnu, soixante-dix ans après nous écoutons le même concert, le même cri, reflets réprimés d’une histoire tragique. Les événements deviennent filandreux, et pour pouvoir les raconter on doit détourner les outils de la fiction, pour en donner un aspect à peu près lisible.

III. Les gouvernants et la superstition

          L’histoire des coups d’état révèle notre propre décadence, qui commence en 1930 et se répète ensuite en 1943, 1955, 1962, 1966, 1976, un coup d’état tous les dix ans, interruption du processus démocratique qui revient comme une roue dévalant vers l’abîme. Le passé se répète comme une étrange malédiction indienne. Nietzsche faisait observer que les êtres humains ne supportaient pas le trop-plein de vérité, que la vérité, souvent, était mauvaise pour la santé. Notre pays a oublié le passé, il a oublié que le passé ne s’efface jamais, qu’il n’est qu’une partie, une autre dimension, du présent, comme l’affirmait Faulkner – mais il est bien possible que le leader n’ait jamais lu Faulkner, ou qu’il ait oublié cette citation du grand écrivain Nord-Américain.

          C’est un secret de Polichinelle que tous les présidents Argentins cachaient une véritable personnalité superstitieuse, que, dans l’intimité, ils consultaient, au sein même de la Maison Rose, des voyants avant de prendre toute décision importante.

          Hyppolite Jesus Paz, chancelier durant le premier gouvernement de Perón, entre 1949 et 1951, assurait dans ses mémoires que Juan Domingo Perón avait l’habitude de consulter un voyant du nom de « Mister Lock », qui lui avait été chaudement recommandé par le ministre de la santé publique de l’époque, Ramon Carrillo. Evita, qui ne croyait pas à tout cela, fit cesser les visites du voyant de manière abrupte, lui signifiant de se retirer et de ne plus jamais revenir, car, dira-telle, «La seule ici qui prédise le futur du général, c’est moi.»

          Après la mort d’Eva, Perón commença à consulter régulièrement le Frère Lalo (Hilario Fernández, un Espagnol), qui dirigeait l’école scientifique – néo-spiritiste – Basilio.

          De la même façon que dans le réalisme magique, à l’intérieur du réalisme politique, le péronisme, en tant que phénomène social d’ordre mystique, casse l’ordre logique des choses, et dans ce contexte, n’importe quel événement prend une tournure magique.

          «Il passa de maison en maison, traînant après lui deux lingots de métal, et tout le monde fut saisi de terreur à voir les chaudrons, les poêles, les tenailles et les chaufferettes tomber tout seuls de la place où ils étaient, le bois craquer à cause des clous et des vis qui essayaient désespérément de s’en arracher, et même les objets perdus depuis longtemps apparaissaient là où on les avait le plus cherchés, et se traînaient en débandade truculente derrière les fers magiques de Melquiades.»

Cent ans de solitude, Gabriel García Márquez.

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Manuel Silva – 2021

Version française PV

2ª parte: El peronismo, la vida es un sueño

I. Gobierna el Padre eterno

           El líder funciona como un kitsch estético, le regala ilusión a quien lo consume sin preguntar nada, les deja un sabor dulzón en el sitio de los deseos, permanecen felices gozando de lo que reciben, la mano que entrega la sal de la vida lo hace sin ningún esfuerzo personal, el bocado edulcorado del líder paternalista lo mastican en silencio, se sienten ungidos por una mano superior.

          La fotografía del líder cuelga en la paredes de todas las escuelas del país, en las comisarias, en los despachos públicos, es la imagen de un centauro montando en un caballo tobiano, mira desde su cabalgadura a la muchedumbre, su mirada protege y sana a los desposeídos, su mirada les renueva la esperanza de cada día, los deja complacidos.

Cartel de Raúl Manteola – 1948 – Museo del Bicentenario, Buenos Aires.

          Perón recorre los barrios carenciados en su auto descapotado, regala pelotas de futbol, las número 5, de cuero, en los gajos de cuero esta la cara del líder, con su mejor sonrisa, una pelota de cuero picando en un baldío, era un sueño que ningún rey mago podía superar.

          La masa está domesticada, acepta con ruidosos canticos aprobatorios la verbalización del líder, es apostólica, la multitud solo quiere su presencia, escuchar su voz, verlo con su peinado brillante de gomina, la cara restalla por la crema que oculta una vieja enfermedad de la piel, nunca porta un discurso escrito, las caras expectantes de la Plaza de Mayo, las expresiones de los movilizados son suficiente inspiración para decir lo que ellos quieren escuchar, palabras y gestos del líder son el pan para la muchedumbre.

          Yo, cernido por la dificultad de comprender el entramado histórico, entro a punta de machete en algunos tramos espesos de la historia, escribiendo reconstruyo el mito desde el llano, mis recuerdos de aquel tren de madera que recibí en una navidad, era de la fundación Eva Perón. Acariciaba el tren de madera como un talismán, deseaba viajar por mares, montañas, lagos. Mi abuelo me construyó una escalera de madera para trepar a un árbol, desde su fonda podía ver el paso de un tren de verdad, la formación cruzaba por el horizonte echando vapor por su chimenea, era una visión mágica para un niño de cinco años, aquella imagen se parecía mucho a un acto prodigioso, al bajar del árbol, me reunía con mi tren de madera de la fundación Eva Perón, nunca olvide aquel primer regalo de reyes.

          Perón se muestra como el gran cocinero de una realidad ilusoria y tóxica, personifica a un vendedor de fantasía, los que siempre piden, esperan ser tocados por sus manos, recibir las sales de la buenaventura. Su mujer, Evita, aprende rápido, los rescoldos del poder la motorizan, se está ganando un lugar entre los humildes, será una imagen de culto; ella encarga la revolución distributiva, el milagro de obsequiar unas casas, una maquinas de coser, unos tornos mecánicos para los emprendedores, canoas a los pescadores del Rio Paraná, colchones, juguetes, uniformes escolares, mejorar las leyes laborales, legislar el voto femenino.

          “Las mujeres votaran por ella, los hombres por mí” decía el general. Acertado. No todas las mujeres, no todos los hombres, pero sí los creyentes, los que veían en ellos los mesías del milagro de la fe, los quienes luego añoraran “los días felices”, cuando la historia, sin piedad para los fieles, habrá decido cambiar de rumbo para beneficiar a otras almas.

II. Magia del poder

          Existe una creencia bastante arraigada en la mente de unos argentinos, en cuanto al poder mágico de sus dirigentes supremos: la del presidente salvador de cuerpo y alma. Así la familia Godoy celebraba la llegada de su séptimo hijo varón, Hipólito Godoy. El padre del vástago comenzó a gestionar por distintas oficinas públicas como conseguir el padrinazgo de vástago por el presidente de la nación. Porque el padrinazgo presidencial es el único recurso terrenal para evitar que el séptimo hijo varón se transforme en un lobizón, (un hombre lobo). Así el séptimo hijo de la familia Godoy fue anotado con el nombre de Juan Domingo, o sea, como el presidente, como el líder.

           El bautismo con la venia presidencial para evitar la conversión del retoño en una bestia sedienta de sangre. De no cumplirse con lo estipulado por la iglesia y el mandato del gobierno, la mutación en lobizón constituirá una mala prensa para el gobierno del general. Después de dos semanas de gestión, Godoy fue escuchado en las oficinas del episcopado como de la gobernación, le otorgaron una fecha para bautizar a su séptimo hijo. Todos festejan, el pueblo festeja, nada va a cambiar, todo vuelve a estar en armonía. La unción presidencial ha salvado el hijo de la maldición.

          Dentro de esta mezcla de realidad cotidiana y de irracionalidad, soy participe de la experiencia viva, mi memoria es parcial, individual y colectiva, crecí en un país que no me permite comprender su entramado político, intento una primera aproximación, solo me deja ver un entretejido de incoherencia, de contradicciones, de corrupción, al recorrer la andadura política la explicación me llega a través de la ficción, el peronismo en su trayectoria deja pistas falsas, unos montajes destinados a dar viso de verdad a supuestos hechos, a sentimientos de intención, a gestos que se agotaron en ademanes, en amagues.

          Poseo fragmentos de comprensión, son ecos y sombras de una verdad esquiva, busco el dato ausente, la nota que me ayude a interpretar el laberinto por donde se escurre la historia de un país que se ovilla en su propio credo, la realidad Argentina es un animal montuno, siempre esquivo al análisis y la comprensión.

          Los argentinos deambulan como sonámbulos en un mundo que no reconocen como propio, después de 70 años seguimos escuchando el mismo concierto, el mismo griterío, representan el reflejo reprimido de una historia trágica. Los acontecimientos se vuelven evasivos, es necesario usurpar buenas herramientas de la ficción para poder contarlas, el zigzagueo de la política argentina requiere imprimir un efecto preformativo para escribirlo, darle algún viso de entendimiento satisfactorio a lo redactado.

III. Los dirigentes y la superstición

          La historia de los golpes de estado marca nuestra decadencia, comienza en 1930, luego se fueron repitiendo: en el 1943, 1955, 1962, 1966, 1976, un golpe de estado cada diez años, una interrupción del proceso democrático, una suerte de noria infinita rodando hacia un abismo. El pasado es repetitivo como una pasmosa maldición india. Nietzsche observó que los seres humanos no podemos soportar demasiada realidad y que a menudo la verdad es mala para la vida. El país en su andar olvidó el pasado, olvidó que el pasado no pasa nunca, es solo una parte o una dimensión del presente, —lo dijo Faulkner—, es posible que el líder nunca leyó a Faulkner, perdió de vista la observación del gran escritor del sur de los Estados Unidos.

          No es un secreto que los presidentes argentinos ocultaban una marcada personalidad supersticiosa, en la intimidad del poder consultaban a brujos y videntes antes de tomar una decisión importante, famoso augures ingresaban a la Casa Rosada mandados a llamar por el primer magistrado.

          Hipólito Jesús paz, quien fue canciller entre 1949 y 1951 del primer gobierno de Perón, aseguro en sus memorias que Juan Domingo Perón solía recurrir a un vidente llamado Míster Lock, al augur lo “protegía y admiraba” el Ministro de Salud Pública de la época, Ramón Carrillo. Las consultas al vidente se interrumpieron por la intervención directa de Evita, que no creía en brujas ni en videntes y fue terminante con Míster Lock: “retírese, no vuelva más, porque aquí la única que le lee el futuro al general soy yo”.

          Muerta Eva, Perón comenzó a conversar con frecuencia con el Hermano Lalo (Hilario Fernández, un español) que dirigía la neo espiritista Escuela Científica Basilio.

          Como ocurre en el realismo mágico, en el realismo político, el peronismo como un fenómeno social místico, puede romper el orden lógico de las cosas, y en ese contexto, cualquier acontecimiento puede resultar inverosímil, revestido de magia.

          “Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espanto al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los calvos y los tornillos tratando de desclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada truculenta detrás de los fierros mágicos de Melquiades”.

                                                             Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.

Manuel Silva – 2021

 

1a parte: esperando al mesías

           “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevo a conocer el hielo”.

           Es el magistral inicio de “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, el creador del realismo mágico.

I. Encantos

          En Argentina, el realismo mágico llega de la mano de un líder paternalista, mucho antes de la aparición de la novela “Cien años de soledad”. El hombre que deja el cuartel y se trepa al potro de la política, es observador, disciplinado, empapado por los conocimientos sistemáticos de Karl von Clausewitz, al primer golpe de vista sabe lo que le falta y también lo que le sobra, domina con buenas artes la táctica y la estrategia, procura poner de su lado el tiempo y el espacio, como el temporizador de su andadura.

           Es el hombre indicado, dice su compañera, el guiará a los trabajadores hacia un territorio de gloria, será el Moisés guiando un pueblo por el desierto de carencia y dubitaciones. Su compañera, la que conoció aquel día del terremoto de San Juan, entre las piedras de un pueblo destruido por el cataclismo telúrico, entre las ruinas del sismo, está a su lado, radiante, llena de energías, ella lo mira con ojos desafiantes, con una mirada severa, deja ver la seguridad de un felino, lo tiene en su campo visual, próximo a sus garras. Él la contempla con la vehemencia de un místico, se deja invadir por su encanto, esa mujer surgida de entre los escombros de la convulsión telúrica es el epicentro de su atención. Guarda una distancia prudente, la necesaria para no perderlo de vista, actúa como una lámpara, le alumbra el camino de ruinas. El líder se mueve seguro, sabe con certeza donde planta sus botas, ve con claridad rayana las necesidades rizomamando en el campo social, bulle frente a una muchedumbre en situación de caos, sus palabras llanas son suficientes para remover los resabios de la furia telúrica, su voz atemperada los acompaña, por un momento se olvidan de la catástrofe, de los gobiernos conservadores, juntas militares y obispos lúbricos.

Juan Peron y Evita

          Como en el teatro pirandelliano, los personajes salen a buscar un autor, al final lo encuentran, son los apóstoles del peronismo: los dirigentes de los sindicatos, los punteros políticos, los capitanes de empresa, las damas de la caridad, todos dispuestos a ganar un lugar donde nutrirse del poder, todos medran y se benefician, el líder los contempla y a cada uno les pone un precio.

          Siempre atento al murmullo enfermizo que transmite la muchedumbre, sabe en qué momento dar un golpe de timón, cambia el rumbo de su diatriba, modera los vientos aventando de popa, con la misma parsimonia les habla a los empresarios, a los mandos militares, a los purpurados, a los campesinos empantanados en la miseria, tiene el tono medido para cada uno, elige el momento oportuno para satisfacer sus deseos inmediatos.

II. Luz de los humildes

          La clase trabajadora en los inicios del peronismo hervía de inquietudes, los sindicatos consolidaban su poder, buscaban unas figuras fuertes en donde apuntalarse, al mesías capaz de fundar un mejor porvenir, un catalizador de las necesidades de los más humildes. En 1945 acontece su aparición, como un cátaro trae una nueva realidad, emite una oratoria campechana, les habla de igual a igual, ya elaboró la salsa que cocinará el esperado bocado de la satisfacción.

          El interior del país se moviliza a la Capital Federal, los trenes llegan abarrotados de familias, no traen valijas, carecen de equipaje, bajan del tren con lo puesto, solo quieren estar cerca de la magia, recibir en algún momento la bendición del líder. La gran capital comienza a mutar de color, otras voces resuenan en las calles siempre iluminadas de Buenos Aires, son los “cabecitas negras” o “los grasas del interior” transitan bulliciosos por las calles porteñas, un nuevo color de piel se cuaja en la multitud.

           El peronismo descubre en el andar que el pasado no pasa nunca, el pasado domina al presente y se prolonga hacia el futuro. El discurso no logra atemperar la franca desconfianza en los estamentos altos de la sociedad porteña, en especial, en la iglesia, el personal de las Fuerzas Armadas, se inquietan, la reacción inmediata es xenófoba, racista, no soportan ver a aquellos individuos necesitados de trabajo llenando las calles de la gran ciudad de Buenos Aires, son los huérfanos históricos, son señalados de manera peyorativa, los llaman “cabecitas negras”, descamisados”, el líder y su esposa lo saben, la nueva oleada de “los cabezas” son el respaldo de su gobierno.

          La mirada de indio del líder, esa mirada que no trasunta ninguna imagen, ningún sentimiento por dentro, su voz cautiva, emite las palabras absolutas, grandilocuentes, las que espera escuchar la multitud, sabe como otorgarle otro sentido a una misma acción, se muestra como la polea de transmisión de una maquina de complacer, de darle forma a los deseos de los más necesitados, está allí para salvar, para otorgarles valor a los que no tienen valor.

          Si su energía física y su oratoria puntual ganan espacio entre las masas trabajadoras, también se gana el mal humor en la clase media alta, el descontento de los mandos militares, los obispos en sus homilías arrojan dardos ponzoñosos a la gestión gubernamental.

          La realidad de la política argentina presenta una lógica demencial, escurridiza, se exhibe imposible de narrar, para los propios y los extraños. El argentino de a pie está condenado a saber esperar, como decía Charles Ives, «saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía».

          En la atmosfera política flota siempre una promesa, un conjuro, la magia del líder que sabe construir expectativas, soluciones a un futuro que nunca cobra forma. Allí están las necesidades de sus gobernados, con la mejor sonrisa, con la palabra dulcificada les explica a los que esperan: el pasado no pasa nunca, vuelve como una rueda dentada, muerde el presente, lo destruye, lo barniza, luego lo ofrece como el portento de todas las soluciones.

          El sillón de Rivadavia funciona como un trampolín, desde allí se lanzará a dominar los estamentos de la sociedad, será el gran director de orquesta, tocará todos los instrumentos, entonará canticos gregorianos de un nuevo tiempo, todos bailaran al ritmo de su música, la música doma a las fieras, crea emociones, estoy seguro que también calma a los hambrientos, a los más humildes, los desheredados, ellos rezarán por el líder, pedirán por su salud, por el estado de gracia de su compañera, cada noche, antes de acostarse mirarán el retrato colgado en la pared con su traje militar.

                                                                                   Manuel Silva – 2021

(Continuará en parte 2)

1ère partie : l’attente du messie

« Bien des années plus tard, face au peloton d’exécution, le colonel Aureliano Buendía devait se rappeler ce lointain après-midi au cours duquel son père l’emmena faire connaissance avec la glace »

          Tel est le début magistral de « Cent ans de solitude », de Gabriel García Márquez, un des écrivains phares du réalisme magique.

I. Enchantements

          En Argentine, le réalisme magique arrive par l’entremise d’un leader paternaliste, bien avant la publication du roman « Cent ans de solitude ». Celui qui abandonne la caserne pour enfourcher le destrier de la politique est un homme observateur, discipliné, pénétré des enseignements de Karl Von Clausewitz ; d’emblée il sait évaluer ses qualités et ses failles, il maitrise à la perfection l’art de la tactique et de la stratégie, sait utiliser à son profit le temps et l’espace à son propre rythme.

          Sa compagne dira de lui : « Il est l’homme parfait, il saura guider les travailleurs sur un chemin glorieux, il sera le Moïse guidant son peuple à travers le désert de la disette et du doute ». Cette compagne, c’est celle qu’il a rencontrée ce fameux jour du tremblement de terre de San Juan, parmi les décombres d’une ville ravagée par le cataclysme, parmi les ruines occasionnées par le séisme. Elle est à ses côtés ; radieuse, énergique, elle lui jette un regard de défi, sévère, laissant poindre l’assurance d’un félin, elle ne le perd jamais de vue, le gardant toujours à proximité de ses griffes. Lui la contemple avec la passion d’un mystique, envouté par ses charmes, cette femme surgissant des ruines telluriques devient l’épicentre de son attention. Elle garde une distance prudente, juste assez pour le garder dans son champ de vision, elle est comme une lumière lui éclairant le chemin entre les décombres. Le leader est sûr de lui, il sait avec exactitude où poser ses bottes, il a une conscience nette des nécessités du peuple, il bouillonne d’idées face à la foule prise dans le chaos, ses mots simples suffisent à effacer les stigmates de la catastrophe, sa voix chaude rassure les gens et pour un instant ils oublient tous leurs tracas, le drame, les gouvernements conservateurs, les juntes militaires et les évêques lubriques.

Juan Peron et Evita

          A l’instar du théâtre pirandellien, des personnages sortent en quête d’auteur, qu’ils finissent par rencontrer, et voilà les nouveaux apôtres du péronisme : dirigeants de syndicats, politiques aux dents longues, capitaines d’industrie, dames patronnesses, tous sont prêts à s’asseoir à la table où ils se nourriront du pouvoir, tous accourent à la gamelle, et le leader les regarde, attribuant un juste prix à chacun d’entre eux.

          Attentif au bruissement contagieux de la foule, il sait précisément quand donner un coup de barre, changer le cours de sa diatribe, gérer calmement les vents arrières, avec le même calme il parle aux patrons aussi bien qu’aux empourprés et aux paysans englués dans la misère, il adopte le ton juste avec chacun, sachant choisir le bon moment pour satisfaire leurs désirs immédiats.

II. Lumière des humbles

          Au commencement du péronisme la classe ouvrière est en ébullition. Les syndicats consolident leur pouvoir, cherchant des figures majeures sur lesquelles s’appuyer, un messie capable de dessiner un avenir meilleur, catalyseur des besoins des plus pauvres. Il apparait en 1945, portant avec lui, comme un cathare, une réalité nouvelle, un discours populiste, il parle d’égal à égal, élaborant déjà la sauce qui liera le tant espéré plat des espoirs comblées.

          Et voilà que le pays tout entier se met en marche, des trains bondés partent pour la capitale, des voyageurs sans bagage descendent sur les quais sans autre richesse que les vêtements qu’ils portent, car ils ne viennent que dans un seul but, approcher le mage et recevoir sa bénédiction. La ville prend de nouvelles couleurs, partout résonnent des voix nouvelles, voici les « cabecitas negras » les « grasas del interior » qui chahutent les rues, voici qu’une nouvelle couleur de peau vient déteindre sur la population.

          Le péronisme se rend compte en passant que le passé ne meurt jamais, le passé domine le présent et se prolonge dans le futur. La teneur du discours ne rassure pas les hautes classes de la société, en particulier l’Eglise et les militaires que ce message préoccupe. La réaction, xénophobe, raciste, est immédiate, la vision de tous ces nécessiteux, ces orphelins de l’histoire, envahissant les rues de la grande ville, acclamant le leader et sa femme, leur est insupportable, ils les affublent de surnoms péjoratifs, «têtes noires», «sans chemise»…

          Le regard d’indien du leader, ce regard qui ne cache aucune image, aucun sentiment intérieur, est parfaitement transparent. Sa voix envoutante émet des paroles absolues, grandiloquentes, ce sont ces mots que la foule veut entendre, il sait comment donner un sens différent à des actions pourtant semblables, il est comme la courroie de transmission d’une machine à complaire, à donner corps aux espoirs des plus humbles, il est venu les sauver, donner de la valeur à tous ceux qui jusqu’ici n’en avaient aucune.

          Mais si son énergie et son discours ont le pouvoir de soulever les masses laborieuses, il provoque en même temps l’agacement des classes moyennes supérieures, le mécontentement des états-majors militaires, et dans leurs sermons les évêques fustigent la gestion gouvernementale.

          La réalité politique argentine prend un tour démentiel, insaisissable, elle devient incompréhensible, pour les locaux autant que pour les étrangers. L’Argentin moyen est condamné à l’attente, comme le disait Charles Ives «savoir attendre ce qui s’annonce, net, invisible, comme la silhouette d’un papillon contre la toile vide».

          Dans l’atmosphère politique flotte en permanence une promesse, une incantation, la magie du leader qui sait créer l’expectative, trouver des solutions pour un avenir qui ne prend jamais corps. Il exprime les besoins de ses concitoyens, le fait avec son meilleur sourire, ses mots sucrés disent à ceux qui espèrent que jamais le passé ne meurt, il tourne à la manière d’une roue dentée, mordant le présent, le détruisant, l’enduisant de vernis, pour l’offrir ensuite comme la clé de tous les problèmes.

          Le fauteuil de Rivadavia est le tremplin d’où il s’élance pour partir à la conquête de toutes les couches sociales, il sera le grand chef d’orchestre, jouera de tous les instruments à la fois, il entonnera les chants grégoriens des temps nouveaux, tous danseront au rythme de sa musique, cette musique qui dompte les bêtes sauvages, crée des émotions, je suis sûr qu’elle apaise aussi les affamés, les plus humbles, les déshérités, qui prieront pour leur leader, pour sa santé, pour l’état de grâce de sa compagne, et qui chaque soir avant de se coucher auront un regard vers le portrait accroché au mur où il pose dans son plus beau costume militaire.

(A suivre)

***

Petit glossaire (éventuellement) utile :

Tremblement de terre de San Juan : le 15 janvier 1944, a eu lieu dans la province de San Juan (500 km à l’ouest de Buenos Aires) le séisme le plus destructeur de l’histoire argentine. Juan Perón, alors ministre du gouvernement militaire de Pedro Ramírez, s’y était rendu dans le cadre de ses fonctions. C’est là qu’il a rencontré sa future épouse Eva Duarte.

Cabecitas negras, grasas del interior : littéralement, “Têtes noires”, “Graisseux de l’intérieur », surnoms péjoratifs donnés (encore aujourd’hui, hélas) aux Argentins d’origine indienne, émigrant de leurs provinces du nord et de l’ouest vers la capitale.

Le fauteuil de Rivadavia : Bernadino Rivadavia (1780-1845) fut le premier chef d’état officiel de l’Argentine indépendante, alors encore nommée «Provinces unies du Rio de La Plata».

Adaptation française PV.

 

Encargados de edificios en Buenos Aires

1. Encargados de acá y de allá

          Hablamos hoy de una profesión que casi desapareció del paisaje de las capitales europeas: la de los porteros. O, mejor dicho, de los encargados de edificios.

          Los más ancianos dentro de nosotros quizás recordarán que hasta los años 70, cada edificio parisino contaba con su “loge”, un departamento minúsculo donde vivía, con toda su familia, la “concierge”, la portera. Digo “la”, ya que en la mayoría de los casos, en Paris el oficio lo ocupaba una mujer. ¿En qué consistía ese oficio? Muchas cosas distintas. Ella recogía el correo, y luego lo repartía entre los moradores. Del mismo modo, ellos podían depositar sus sobres en la portería. Tenía la responsabilidad del buen estado de las partes colectivas del edificio – entrada, escaleras, rellanos, ascensores… – percibía para los propietarios los alquileres, hacía visitar los departamentos vacíos a los futuros inquilinos, servía de intermediario entre los inquilinos y los dueños cuando esos vivían a lo lejos, contrataba a los artesanos para los arreglos necesarios, abría el portal e indicaba los pisos y/o número de departamentos a los visitantes. Eso durante el día. Pero tenía que trabajar de noche, casi. Porque de noche, el portal quedaba cerrado, así que los visitantes – y los moradores – para entrar o salir tenían que llamar a la puerta y mencionar su apellido, y la portera, desde su cama, tenía que “tirar del cordón” para abrir la puerta.

          Como se puede deducir, la portera parisina tenía mucho control sobre todo lo que entraba, salía o pasaba por su edificio. Sabía más o menos quién escribía a quien, quién visitaba a quien, y cuándo, quién salía y a qué hora, y muchas veces recibía las confidencias de los moradores más charlatanes. De allí que tenían esa fama de chismosas, hasta la palabra “concierge” se vuelvo sinónimo de cotilla y entrometida. Una fama bastante merecida, lamento decirlo.

          Pero en Francia esa honorable profesión desapareció del todo. ¿El portal? Se abre con un código digital. ¿El correo? El cartero tiene las llaves y se las arregla para repartirlo en los correspondientes buzones. ¿La limpieza? Una empresa se hace cargo, una hora o dos al día, a veces menos, y los/las empleados/as tienen que hacerlo todo en el tiempo impartido, sea posible o no. ¡Garantía de cualidad! O no. ¿El alquiler? ¿Las visitas de departamentos vacíos? Ver con la agencia. ¿Las obras necesarias? Ver con el administrador. Si el ascensor tiene una avería, si se tiene que cambiar una bombilla en el rellano, tener paciencia. El administrador es un hombre muy ocupado, tiene problemas mucho más importantes que tratar. ¿Por qué cree usted que lo tiene que pagar tarifa tan alto? Porque es un hombre importante y muy ocupado, el administrador.

          Pues señoras y señores, fíjense ustedes que nuestros amigos porteños no tienen esos problemas. Ellos supieron conservar, para la mayoría de sus edificios, esa persona de carne y hueso, por lo general disponible y sumamente acogedora. Acogedor, tendría que decir, ya que al contrario de Paris, casi todas las porteras de Buenos Aires son porteros.

          Ellos también viven en una portería del piso bajo, más o menos amplía según la generosidad del constructor o de los propietarios. Unos viven acá con su familia, cuando hay bastante espacio, otros prefieren vivir en otro sitio, a veces en otro barrio. Y es que los encargados porteños no tienen que estar presentes las 24 horas. Descansan los fines de semana, por lo menos a partir de las 12 los sábados. En tal caso, el administrador contrata a un sustituto.

Despacho de encargado- Buenos Aires

          Si me refiero a lo que experimenté durante mis varias estancias en Argentina, los encargados son gente amable, disponible, acogedora y agradable. Al contrario de sus colegas parisinos, se pueden encontrar sin problema cuando uno los necesita. Cuando no están trabajando en las escaleras, están en la entrada, donde disponen de un pequeño despacho para recibir a la gente. Es más: muchas veces, están en la vereda delante del portal, charlando con un morador, un transeúnte, un vecino o el dueño de la tienda de enfrente. Unos, con mucho estilo, llevan uniforme: traje oscuro, corbata, gorra, botones dorados… En rigor de verdad, tienen dos tipos de trajes. Por la mañana, cuando trabajan en la limpieza o unos arreglos, traje de trabajo manual, pantalones y chaqueta (saco, en castellano argentino) de tela azul o marrón. Por la tarde, se hallan detrás de su escritorio en la entrada, y visten el traje “de recepción”. Pero cual sea el caso, los van a reconocer en seguida.

Encargados de edificios en recepción

          Amables y acogedores, sin lugar a dudas. Pero ojo que son muy atentos. Ni hablar de dejar entrar a un indeseable en el edificio, los encargados están vigilando. Para entrar, hay que tener motivos honestos, que si no, no les van a dejar pasar. Los moradores pueden dormir tranquilos: ningún vendedor de aspiradores podrá subir hasta su piso. Bueno, podrá intentar llamarle desde el portal. Tampoco Buenos Aires es una ciudad anticuada, y cada edificio cuenta con un interfono. Pero ojo que aunque pueda pasar el portal, ¡es muy probable que vaya a tener que contestar la pregunta del encargado!

          Disponibles lo son. Los moradores siempre pueden solicitarlos cuando lo necesitan. Los encargados de edificios de Buenos Aires son muy versátiles, capaces de resolver todos los pequeños problemas de la vida cotidiana en un edificio. Fregadero obstruido, persiana deteriorada, ascensor bloqueado (eso pasa a menudo en la capital argentina, donde los ascensores son por lo general bastante antiguos), el encargado de edificio porteño está acá para sacarle del lío. Conoce muy bien el barrio: así que no dude en pedirle información, dónde se puede encontrar el mejor restaurante de la zona, un buen médico, un dentista, que colectivo lleva a tal lugar, como conseguir un taxi sin necesidad de ir andando media hora, etc…

Charlando delante del portal

          O sea que nuestros amigos porteños tienen suerte. Dentro de un mundo cada vez más desencarnado, representan la presencia humana imprescindible que está faltando cada vez más en nuestro ambiente robotizado. Cada vez más estamos hablando con maquinas, faltan interlocutores en carne trémula, lo cual genera estrés, irritación, sentimiento de impotencia frente a los pequeños problemas de la vida cotidiana. Pero guardamos la esperanza: en Paris, recién empezamos a ver como vuelven los « concierges« , lo que demuestra claramente su utilidad y el deseo de la gente de tener interlocutores directos en sus edificios.

2. Testimonio de un portero de Buenos Aires

          Durante mi estancia en Buenos Aires, en 2020, tuve la suerte de encontrar en el edificio donde vivía un encargado del edificio encantador. Un hombre tan amable como culto, y recuerdo con mucha nostalgia nuestras charlas en todos los temas, así como nuestros intercambios sobre nuestras culturas respectivas. Hasta me hizo el honor de su casa, él y su esposa no me dejaron pasar la cena de Nochebuena solo, me invitaron a compartir la suya, con sus dos hijos. A pesar de la distancia, todavía quedamos en contacto casi a diario, y aceptó colaborar en ese artículo, contestando mis preguntas y mandándome unas fotos. Le agradezco mucho su amistad, así como la de toda su familia. Un orgullo y un placer conocerlos.

Siguen sus respuestas a mi pequeña entrevista, sobre su oficio.

¿Puedes presentarte un poco, tu nombre, edad, familia?
Mi nombre es Benito Romero, tengo 55 años. En mi familia somos 4 mi esposa mis dos hijos (varón /mujer) y yo.

¿Eres encargado de edficio desde que empezaste a trabajar, o tenías otro oficio antes?
Soy encargado de edificio desde hace 18 años antes de eso trabaje 18 años en un comercio.

¿En qué consiste tu trabajo?
Mi trabajo consiste en la limpieza y el mantenimiento general del edificio en el que trabajo, verificar que funcionen bien los ascensores, las bombas de agua, las luces, recepción y reparto de correspondencia, y todo lo que haga al funcionamiento normal de un edificio.

Benito trabajando por la mañana

¿Cuáles son tus horarios de trabajo?
Trabajo en horario cortado, a la mañana desde las 7 hasta las 12 y a la tarde desde las 17 hasta las 21.

¿Qué es lo que más te gusta en este oficio?
Lo que más me gusta de este trabajo, es que uno interactúa constantemente con todo tipo de personas y conoce y se hace amigo de mucha gente de diferentes clases sociales.

¿Tenés un buen sueldo? Sin decir lo que ganas exactamente, ¿Por lo menos puedes comparar con otro(s) oficio(s) más o menos equiparable(s)?
Yo tengo un buen sueldo puedo llegar a fin de mes holgadamente porque tenemos un plus en el que cuanta más antigüedad tengas mejor sueldo tenés. Este gremio esta en el medio del escalafón salarial comparado con otros gremios.

¿Existe un gremio de porteros?
En Argentina tenemos un gremio de porteros grande y fuerte. Grande a nivel de afiliados y fuerte porque es respetado tanto por los otros gremios como así también por los empleadores. Es el único gremio que tiene una universidad para los hijos de los trabajadores.

¿Conoces a muchos otros porteros? ¿En tu calle/barrio/ciudad?
Somos gente muy comunicativa por eso en el barrio nos conocemos casi todos, nos encontramos por la calle, el supermercado, la panadería , la escuela y así se conforma una linda comunidad de porteros.

En Paris desaparecieron poco a poco los porteros en los años 70-80. Hoy quedan pocos. ¿Cuál es la tendencia en Buenos Aires?
En Buenos Aires es un gremio que también tiende a desaparecer con el tiempo, hay lugares donde cuando se jubila el portero ya no lo reemplazan, ponen empresas de limpieza y así se va tercerizando todo.

¿Puedes contarnos una anécdota que ocurrió cuando estabas trabajando?
Mis anécdotas son siempre con los niños. Me gustan mucho los chiquitos y había una pareja joven que alquilaron un departamento en el edificio; al poco tiempo, la señora quedo embarazada y nació un niño que vi crecer hasta que se mudaron dos años después.
Unos meses después, suena el timbre de casa y al responder ¡escucho una vocesita que pregunta por mi! Ese día recibí uno de los más hermosos abrazos de mi vida. Todavía a pesar de la edad se acordaba de mi !!!!!! El cariño y la ternura de mi amiguito fue algo que me conmovió, aun hoy cuando me acuerdo o lo cuento me emociono.

Benito Romero

Concierges de Buenos Aires

1.LES CONCIERGES D’ICI ET DE LA-BAS

          Voilà bien une profession pourtant très utile qui a pratiquement disparu de nos capitales européennes : celle des concierges d’immeubles. Les plus anciens d’entre nous se souviendront peut-être que jusque dans les années soixante-dix, chaque immeuble parisien était doté, à son rez-de-chaussée, d’une petite loge où vivait, avec sa famille, la concierge. Je dis «la», car dans l’immense majorité des cas, il s’agissait d’une femme. Que faisait-elle dans l’immeuble ? Plein de choses. C’est elle qui recevait, puis distribuait le courrier des résidents, elle qui était chargée de maintenir les espaces communs en bon état de propreté, qui sortait les poubelles collectives, qui percevait les loyers des éventuels locataires, qui faisait visiter les appartements vacants, qui faisait l’intermédiaire avec les propriétaires distants, qui se chargeait de solliciter les entreprises de réparations, elle encore qui indiquait aux visiteurs l’étage des visités, elle enfin qui contrôlait strictement l’accès des dits visiteurs à l’immeuble. Et même l’accès tout court, car il fut une époque où elle devait ouvrir à tous ceux qui sonnaient durant la nuit pour entrer ou sortir. Elle «tirait le cordon» depuis son lit, comme on peut le lire dans certains romans populaires.

          Naturellement, cette position privilégiée de «tour de contrôle» de son immeuble lui permettait de connaitre beaucoup de l’intimité des habitants. Le passage du courrier par sa loge lui permettait de savoir qui écrivait à qui, elle savait qui sortait quand, qui recevait qui et quand, et il n’était même pas rare qu’on lui fasse spontanément des confidences. D’où une réputation de curiosité, voir d’intromission, qui n’était pas forcément usurpée.

           Mais chez nous, cette honorable et précieuse profession a totalement disparu. Le portail d’entrée ? Actionné par un «digicode». Le courrier ? Le facteur a le code et les clés des boites aux lettres, qu’il se débrouille. Le ménage ? Une entreprise vient une heure ou deux par jour, quelquefois moins, et ses employés sous pression doivent se dépêcher de tout faire dans le temps qui leur est imparti. Qualité garantie ! Les loyers ? Les visites d’appartements vacants ? Voyez avec l’agence. Les petits – ou grands – travaux collectifs ? Adressez-vous au syndic. S’il y a une panne d’ascenseur, ou une ampoule à changer, prenez votre mal en patience. Le syndic, il n’a pas que ça à s’occuper, de vos petits problèmes. C’est même pour ça que vous payez si cher vos charges locatives : c’est un personnage super important, et toujours très occupé, le syndic.

          Et bien mesdames-messieurs figurez-vous que nos heureux amis portègnes (habitants de Buenos Aires) ont le bonheur d’échapper à tout ça, et d’avoir conservé, dans la plupart de leurs immeubles, une personne en chair et en os, et en règle générale disponible et charmante. Charmant, devrait-on dire plutôt, car contrairement à Paris, à Buenos Aires ce sont principalement des hommes qui occupent la fonction.
          Eux aussi habitent une loge, plus ou moins grande selon la générosité des constructeurs et/ou des propriétaires. Certains y résident à demeure, avec leur famille – quand c’est assez grand, donc – d’autres logent ailleurs. Car à la différence de nos anciennes concierges, leurs collègues Argentins ne doivent pas être présents 24h sur 24. Dans la plupart des cas, ils disposent également de leur week-end, au moins à partir du samedi midi. Dans ce cas, ils sont remplacés, pour assurer une permanence.

Bureau d’accueil d’un immeuble de Buenos Aires

          Pour ce que j’en ai vu pendant mes différents séjours, ce sont généralement des gens affables, disponibles, accueillants et conviviaux. Contrairement à leurs anciens collègues parisiens, on les trouve facilement quand on a besoin d’eux. S’ils ne sont pas en train de travailler dans les étages, vous les voyez dans le hall d’entrée, où ils disposent d’un petit bureau d’accueil. Souvent même, ils se tiennent sur le pas de la porte, et taillent une bavette avec un locataire, un passant, un voisin, ou le commerçant d’en face. Certains, très stylés, revêtent un uniforme impeccable, costume sombre, cravate, casquette, boutons dorés… En réalité, vous les verrez toujours habillés de deux façons différentes selon le moment de la journée. Le matin, ce sont les travaux d’entretien, alors, tenue «ouvrière», pantalon et veste de toile brune, ou bleue. L’après-midi, en général, ils sont de permanence dans le hall, et là oui, costume «de réception». Dans les deux cas, vous les reconnaitrez au premier coup d’œil.

Concierge à son bureau

          Affables et accueillants, sans l’ombre d’un doute, mais attention, ils sont vigilants. Pas question de laisser entrer un intrus indésirable dans l’immeuble, ils veillent au grain. Pour entrer, il faut montrer patte blanche, sinon, vous pouvez toujours courir. Avec eux, les locataires peuvent être tranquilles : il y a peu de chances qu’un démarcheur parvienne jusqu’à leur porte personnelle. Mais bon, celui-ci peut toujours tenter sa chance en sonnant depuis l’extérieur : chaque immeuble est pourvu d’un interphone, Buenos Aires est une ville moderne. Mais même si le locataire vous a ouvert, attendez-vous à être interrogé au passage !
          Disponibles, certainement. Les habitants peuvent toujours les solliciter en cas de besoin : les concierges portègnes sont très polyvalents, et capables de faire face à tous les petits tracas du quotidien résidentiel. Évier bouché, volet coincé, ascenseur bloqué (ennui fréquent dans la capitale argentine, où le parc d’ascenseurs a un certain âge : beaucoup d’immeubles disposent encore d’ascenseur à grille !), le concierge portègne est là pour vous sortir de la panade. Il connait le quartier comme sa poche : n’hésitez donc pas à lui demander des renseignements : où se trouve le meilleur restau du coin, un bon médecin, un dentiste, quel bus prendre pour aller n’importe où, obtenir un taxi sans être obligé de marcher pendant une demi-heure, etc…

          Bref, nos amis portègnes ont bien de la chance. Dans notre monde chaque jour plus désincarné, ils sont l’indispensable présence humaine qui commence à sérieusement manquer dans notre environnement sans cesse plus robotisé. Nous parlons toujours davantage à des machines, et trop souvent, nous manquons d’interlocuteur en chair et en os, ce qui génère stress, énervement, sentiment d’impuissance face aux petits problèmes de la vie quotidienne. Mais il y a de l’espoir : à Paris, depuis peu, on recommence à voir quelques concierges dans les immeubles, preuve de leur utilité, et du désir grandissant des habitants de se doter d’interlocuteurs directs à l’intérieur de leur immeuble.

2. UN CONCIERGE PORTEGNE TEMOIGNE

          Pendant notre séjour à Buenos Aires, en 2020, j’ai eu la chance de rencontrer, dans l’immeuble où j’habitais, un concierge vraiment charmant. Un homme aussi gentil que cultivé, et ce n’est pas sans nostalgie que je me souviens de nos conversations sur toutes sortes de sujets, et nos échanges sur nos cultures respectives. Il m’a même fait les honneurs de sa maison, et ne m’a pas laissé passer seul le réveillon de Noël, puisque son épouse et lui m’ont invité à partager leur repas ce soir-là, avec leurs deux grands enfants. Malgré la distance, nous sommes restés en contact et nous échangeons presque quotidiennement. Il a accepté de participer à cet article en répondant à mes questions et en m’envoyant les quelques photos qui l’illustrent. Je tiens à le remercier chaleureusement de son amitié fidèle, et celle de toute sa famille. Les connaitre est pour moi une fierté et une grande joie.

          Voici ci-dessous les réponses qu’il a bien voulu faire à mes questions.

Tu peux te présenter un peu, ainsi que ta famille ?
Je m’appelle Benito Romero, j’ai 55 ans. Dans ma famille, nous sommes quatre, avec ma femme et mes deux enfants (un garçon et une fille).

Tu es concierge depuis toujours, ou tu as travaillé ailleurs avant ?
Je suis concierge depuis 18 ans. Avant, j’ai travaillé pendant 18 autres années dans un commerce.

En quoi consiste ton travail ?
Je m’occupe du nettoyage et de l’entretien général de l’immeuble, je vérifie le bon fonctionnement des ascenseurs, de la distribution d’eau, de l’électricité, je fais l’accueil, la distribution du courrier, tout ce qui concerne le fonctionnement normal d’un immeuble.

Benito au travail

Quels sont tes horaires de travail ?
Je travaille en horaire discontinu, le matin de 7 heures à 12 h et l’après-midi de 17 h à 21 h.

Qu’est-ce qui te plait dans ce travail ?
Ce que j’aime, c’est surtout le contact permanent avec toutes sortes de gens, on rencontre et on sympathise avec des gens de toutes conditions sociales.

Tu es bien payé ? Sans dire combien tu gagnes exactement, peux-tu au moins faire une comparaison avec d’autres métiers ?
J’ai un bon salaire, qui me permet de joindre aisément les deux bouts, d’autant qu’il s’améliore avec l’ancienneté. C’est un métier qui fait partie du milieu de l’échelle, en termes de salaire, comparé aux autres.

Il existe un syndicat de concierges ?
En Argentine nous avons un syndicat de concierge important et fort. Important en nombre d’adhérents et fort parce qu’il est respecté, autant par les autres syndicats que par les employeurs. Et c’est le seul syndicat qui propose une université pour les enfants des employés.

Tu connais beaucoup d’autres concierges, dans ta rue, ton quartier ou ta ville ?
Nous sommes des gens très communicatifs et sociables, dans le quartier nous nous connaissons tous, on se voit dans la rue, au supermarché, chez le boulanger, devant l’école, nous formons ainsi une très belle communauté.

Aimable discussion devant l’entrée

A Paris, les concierges ont peu à peu disparu dans les années 70-80. Il n’en reste pratiquement plus aucun. Quelle est la tendance à Buenos Aires ?
A Buenos Aires c’est une corporation qui tend également à disparaitre avec le temps, il y a de plus en plus d’endroits où le concierge qui part en retraite n’est plus remplacé, ils font appel à des entreprises de nettoyage, le métier tend à s’externaliser.

Tu peux nous raconter une anecdote concernant ton métier ?
Les anecdotes que je pourrais raconter ont trait aux enfants. J’adore les enfants, et je me souviens d’un couple de jeunes qui avait loué dans l’immeuble. Quelque temps après, la femme était tombée enceinte, et avait donné naissance à un petit que j’ai vu grandir jusqu’à ce qu’ils déménagent, deux ans après.
Quelques mois plus tard, la sonnette de notre appartement retentit, je réponds à l’interphone, et voilà que je reconnais une petite voix familière ! Ce jour-là, j’ai reçu un des plus beaux câlins de ma vie. En dépit du temps passé il se souvenait de moi ! L’affection et la tendresse de mon très jeune ami m’ont beaucoup ému, et aujourd’hui encore, en le racontant, je ressens beaucoup d’émotion.

Benito à son bureau

Ezeiza : un témoignage direct

Manuel Silva a assisté à la manifestation d’Ezeiza le 20 juin. Il a bien voulu répondre à nos questions.

Quel âge avais-tu en 1973 ?

En juin 1973 j’avais 22 ans, j’avais un boulot dans une usine de fabrication de pâtes alimentaires, avec une famille galicienne. Je vivais dans le quartier de Floresta, à Buenos Aires. Je vivais chaque jour au présent, un présent perpétuel, chaotique et confus, je sentais que je n’avais pas d’avenir, l’écrasement social nous étouffait. J’attendais, comme le reste des gens, l’arrivée d’un sauveur, un homme capable d’imprimer une autre direction, de nous sortir de cet état de pauvreté croissante, de nous donner un avenir, de favoriser la mobilité sociale.

Quel était l’état d’esprit des gens, et le tien, dans la perspective du retour de Perón ?

Le peuple argentin vivait une sorte de naufrage, chacun cherchait à agripper le premier tronc d’arbre à sa portée, comme un sauve qui peut, le gouvernement militaire avait été remplacé par un dentiste qui n’était qu’une marionnette (Héctor Cámpora, élu en remplacement de Perón, encore proscrit, NDLA), l’évolution militariste des organisations subversives aggravait le chaos, on en était à se dire « plus c’est pire, mieux c’est ».
L’arrivée d’un possible homme fort, une sorte de messie longtemps attendu – en uniforme ou non, c’était égal – toutes les espérances se cristallisaient dans l’image de ce général malade, avec un pronostic vital de 6 mois (Il souffrait d’un cancer de la prostate).
          1973 a été une année perdue, une année morte, un de mes frères faisait son service militaire, il avait 21 ans. Le 11 mars 1973, le jour de l’élection du docteur Cámpora à la présidence, il participait à un transport de troupes en direction d’une école perdue dans les montagnes, pour organiser la garde d’un bureau de vote. Il a trouvé la mort dans un accident idiot, le tir accidentel d’un soldat mal préparé à utiliser son fusil, il est mort sur le coup.
          De mon côté, je n’avais pas encore terminé mes études, je lisais tout ce qui me tombait sous la main. Dès que j’ai pu changer de travail, j’ai pu mieux m’organiser pour suivre mes cours du soir.
          La foule en général, les 2 millions de personnes qui s’étaient réunies à deux cents mètres de la tribune avaient traversé le pays avec toutes leurs familles pour souhaiter la bienvenue au leader absent depuis 18 ans. La bucolique intention de ces gens était de venir saluer chaleureusement l’homme qui, autrefois, avait réalisé une révolution redistributive, il leur avait donné des maisons, des machines à coudre, des tracteurs, des jouets pour les enfants pauvres, il avait permis le vote des femmes, lutté contre les curés et les laboratoires, il avait derrière lui toute une histoire, il était vu comme un saint. Il n’avait pourtant que son passé à leur offrir.
          Le pays s’était réveillé avec ses espoirs en bandoulière, un jour historique, de gloire : le général revenait après 18 ans d’exil.

Pourquoi voulais-tu assister à cette manifestation ?

          Le lendemain je me suis demandé ce qui m’avait poussé à risquer ma vie de façon aussi téméraire. A 22 ans, je me sentais immortel, et je voulais être à l’endroit précis où avait lieu l’Histoire, où l’Histoire crée, à sa manière, les faits, je ne voulais pas les découvrir dans la presse, je voulais en être un témoin direct, le témoin finalement d’un drame argentin, j’ai été là, au milieu des balles et des factions qui réglaient leurs comptes, une vraie tragédie.

Tu y es allé seul, ou avec des amis ou de la famille ?

          J’y suis allé seul. En fait, je n’ai proposé à personne de m’accompagner. Beaucoup de gens avaient peur d’assister à ce genre d’événements, ils préféraient voir ça de loin, à la télévision.

Comment t’es-tu rendu là-bas ?

          Je n’appartenais à aucun groupe, aucun parti politique. Eux, ils arrivaient ensemble, en camions, en autocars, en voitures particulières. Moi, j’ai simplement pris un bus qui m’a amené jusqu’à la limite de la ville, sur l’avenue du Général Paz (Sorte de périphérique de Buenos Aires, NDLA), puis un autre ensuite qui allait jusqu’à 3 km du lieu de la manifestation, sur l’autoroute Ricchieri, près de l’aéroport. J’ai donc fait le chemin tout seul, sans même en parler autour de moi. De ma part, ça peut paraitre quelque chose à la fois d’un peu fou et d’imprudent, s’il m’était arrivé quelque chose, on se serait demandé ce que j’étais allé faire dans ce guêpier ! Mais ça renvoie aussi à quelque chose d’intime, quelque chose que je voulais vivre pleinement, parce qu’il s’agissait d’un événement historique et que je voulais voir ça de mes propres yeux, pas qu’on me le raconte ensuite.

Tu connaissais les problèmes existant entre Perón et les groupes révolutionnaires ?

          Dès la nouvelle du retour du leader, ont commencé à courir les rumeurs d’affrontements entre la jeunesse syndicale, une fraction de la droite péroniste et les organisations péronistes révolutionnaires. On a appris que les ambulances prévues pour la manifestation servaient en fait à transporter des armes.
          Je ne pensais pas que cela irait si loin, je me disais que tout cela n’était que des bravades, une lutte sourde pour être le plus près possible de Perón. Une lutte pour s’approprier la plus grande part du pouvoir. On se trompait. Perón n’avait jamais été un révolutionnaire, il n’allait pas le devenir à l’âge qu’il avait lors de son retour.
          La clique qu’il avait ramenée d’Espagne s’est assuré le contrôle de la tribune et de ses alentours. Le lieu depuis lequel le leader devait s’adresser à la foule était en quelque sorte miné. Rien ne s’est passé comme l’espéraient les gens. Tout s’est résumé à une pluie de balles, de gaz, de courses affolées, de mort et de peur.
          Le lendemain, Perón a parlé, pour rejeter la responsabilité de ce qui s’était passé sur les mouvements de gauche, qu’il accusait d’avoir tiré les premiers.

Quel était le but de la manifestation ?

          Cette manifestation présentait des objectifs nombreux et contradictoires, il s’agissait pour les différentes factions – essentiellement deux – d’exposer le degré d’influence qu’elles avaient acquis en l’absence de Perón. Les commandos armés par López Rega, dirigés par le colonel Osinde, avaient monopolisé l’occupation de la tribune et de ses alentours proches, et ils ont accueilli par un feu nourri les groupes du péronisme combatif, notamment les colonnes des FAR et des Montoneros, cet affrontement démentiel a fait beaucoup de morts, certains citent le chiffre de 200, d’autres disent davantage, on n’a jamais eu de décompte exact.

Que s’est-il passé au moment où devait débuter la manifestation populaire?

          J’étais là, j’ai suivi les affrontements, entendu le sifflement des balles tout autour, je m’étais mis à l’abri derrière un tronc d’arbre, un chorisier, à un moment j’ai vu une femme paniquée avec une fillette de 5 ans à peu près, immobilisée au milieu des tirs, je l’ai attrapée par les cheveux, je l’ai tirée jusqu’au tronc protecteur, me demandant comment sortir de là, j’ai aperçu une ambulance sur l’autoroute d’Ezeiza, qui roulait au milieu des gens hagards, je suis monté sur le terre-plein, d’un saut je me suis accroché à l’arrière de l’ambulance, sans m’occuper des jurons des ambulanciers, et quand la voiture a été assez loin de cet enfer et qu’elle a commencé à ralentir, j’ai lâché prise. A ce moment là, je n’avais pas encore conscience d’avoir échappé à la mort.

Ensuite, lorsque tout a été fini, quelles ont été tes réflexions sur ce qui avait eu lieu ?

          J’ai été le témoin inconscient de retrouvailles qui n’ont pas eu lieu, le grand leader n’est pas apparu, pour la plus grande frustration du peuple mobilisé, c’est seulement la mort qui s’est présentée au rendez-vous.            C’était le début d’une lutte sourde pour le pouvoir. A qui appartenait le leader péroniste ? Entre tendance de gauche et tendance de droite, Perón est resté cohérent avec son histoire : il a choisi la faction la plus réactionnaire.

Comment ont réagi les Argentins après cette tragédie ?

          Il y avait une certaine stupeur. Les gens étaient venus simplement, sans avoir rien calculé de précis, juste pour accueillir le leader, lui souhaiter la bienvenue. Contrairement aux militants, ils n’avaient pas d’objectifs politiques ou stratégiques, bien entendu, ni de place à prendre dans cette manifestation. Deux jours après, la grande presse annonçait la prochaine élection présidentielle, pour laquelle Perón devait se présenter, avec sa propre femme comme vice-présidente, et tout son cercle proche, López Rega, etc… Tout le monde n’était pas content, notamment les militants les plus à gauche du mouvement péroniste, mais la grande masse des gens était néanmoins heureuse du retour de Perón aux affaires, en dépit des conditions dans lesquels il reprenait le pouvoir. Ce qui comptait, c’était Perón, avant tout. Ils le voyaient comme le sauveur du pays, celui qui pouvait le remettre sur les bons rails, parce qu’ils l’avaient vu à l’œuvre dix-huit ans auparavant. Ils ne pensaient pas à la révolution, à l’idéologie, ça, c’est pour l’avant-garde, les militants.  Non, les gens ordinaires, ils réagissaient avec leurs tripes, leur émotion, Perón représentait tout pour eux. Alors la vie a repris, les gens se sont «arrangés», puis la propagande a fait le reste : Perón a été élu confortablement.

Les mouvements révolutionnaires ont aussi leur part de responsabilité dans ce qui s’est passé. Qu’en penses-tu ?

          Les groupes révolutionnaires, à Ezeiza, et avant, avaient pour objectif de semer le chaos. Leur leitmotiv était « Cuando peor, mejor » (Pire c’est, mieux c’est) C’était une phrase qu’ils écrivaient partout. Ils cherchaient à approfondir la crise de gouvernement, pour s’emparer du pouvoir. Ils avaient d’abord cherché à renverser le gouvernement militaire, à affronter l’armée, dans une tentative pourtant sans le moindre espoir de réussite : des jeunes types de la classe moyenne, d’éducation chrétienne, qui n’avaient aucune formation militaire, aucune compétence dans ce domaine, face à des professionnels de la guerre. C’est pourquoi, faute de pouvoir lutter frontalement, ils se sont lancés dans une campagne de type guérilla, en organisant des attentats tous azimuts, résidences de militaires, écoles, commissariats, casernes, pour entretenir un sentiment de peur, de terreur, et affirmer leur capacité de nuisance et leur force. L’événement fondateur de cette politique du pire a été l’assassinat du général Pedro Aramburu, en 1970. A partir de ce moment-là, la guerre totale a été déclarée entre les forces révolutionnaires et l’armée.

Quelles ont été les conséquences immédiates d’Ezeiza sur le plan politique?

          Le péronisme a toujours fonctionné comme un populisme démagogique. Tant que Perón a été là, il a été imbattable dans les urnes. Il s’est appuyé sur un syndicalisme presque irrationnel, qui le soutenait. Face aux bombes, aux enlèvements, aux vols, aux morts provoquées par les groupes guérilleros, qui menaient la guerre populaire, Perón parlait d’une communauté organisée. Des rapports de force existaient cependant entre une tendance révolutionnaire du péronisme, et le péronisme «syndical», ce dernier tenant néanmoins les rênes du mouvement. Perón avait un programme social de redistribution des richesses, d’amélioration de la condition ouvrière, d’ordre, d’efficacité, mais parallèlement les groupes révolutionnaires militaient pour un socialisme national, une notion assez vague, qu’ils prétendaient définir à travers la terreur. Perón, quant à lui, en tenait pour sa communauté organisée, intégrée, démocratique, moderne. La fracture définitive (entre les deux tendances) a eu lieu en septembre 1973, quand les Montoneros ont assassiné José Rucci, un dirigeant syndical, secrétaire général de la CGT, très proche de Perón, qui était même dans l’avion qui l’a ramené à Buenos Aires. (Une petite anecdote pour mieux évaluer le degré d’intimité entre les deux hommes : à la descente de l’avion, comme il pleuvait, Rucci tenait un parapluie au-dessus de la tête du général!) Jamais Mario Firmenich (leader des Montoneros NDLA) n’a pu expliquer l’énorme contradiction constituée par cet assassinat, sinon par la volonté de montrer toute la force du mouvement, et son pouvoir de nuisance. La réaction de Perón, fin 1973, a été la création de la Triple A, dirigée par le commissaire Villar, formé à la guerre contre-révolutionnaire par la fameuse école des Amériques, une école militaire Etatsunienne. Après la mort de Perón (juillet 1974, NDLA), l’armée a commencé à former des plans pour renverser le gouvernement qui lui avait succédé (dirigé par l’épouse du général, «Isabelita» NDLA). De son côté, l’ERP (Armée révolutionnaire du peuple), avait commis un attentat contre une caserne, à Azul, en janvier 74, ce qui avait poussé Perón à réclamer l’anéantissement des groupes révolutionnaires. Ce déchainement de violence a mené à une totale perte de contrôle, de la part de tout le monde, gouvernement, révolutionnaires, militaires, et à la dictature, avec son cortège d’exactions d’état, assassinats ciblés, vols d’enfants, atteintes à la propriété privée.

Et sur toi-même ? Quelle influence a eu cette tragédie sur ce que tu penses aujourd’hui du péronisme, et de la politique en général ?

          Le sentiment dominant, c’était la stupeur face à ce qui était arrivé, auquel on ne s’attendait pas, cet affrontement sans pitié entre deux fractions qui se fichaient pas mal des gens qui étaient là, une grande désillusion, qui laissait seul face à cela, sans aucune envie de rejoindre l’un ou l’autre camp. Quelque chose que ne comprenait pas mon frère qui, lui, militait. Nous nous sommes brouillés à ce moment-là, je n’ai même pas assisté à son mariage, je l’incitais au contraire à fuir, au Brésil, au Paraguay, dans un pays frontalier… Il ne m’a pas écouté, et un mois plus tard, il était porté disparu. Tout cela m’a beaucoup changé, je ne pouvais plus croire en rien, ni personne. Je me suis replié sur moi-même, et pour surmonter cela, j’ai dû travailler davantage, lire davantage, voler de précieuses minutes au sommeil, pour devenir quelqu’un d’autre. A cette époque je prenais encore des cours du soir. Un soir, en sortant, j’ai vu tout un groupe de gens alignés contre le mur, je ne pouvais plus rebrousser chemin sans que cela paraisse suspect, j’aurais probablement pris une rafale de mitraillette, alors je me suis approché doucement, et j’ai crié «Je peux passer ?», le type qui tenait l’arme m’a répondu «prends le trottoir d’en face !». Je suis rentré chez moi, tétanisé, je n’ai pas pu dormir de la nuit. Je me suis rendu compte de combien j’étais seul, que face à cette domination militaire qui s’emparait du pays, on était devenus des pots de terre.
          Ezeiza a changé entièrement ma manière de penser, toutes mes perspectives de vie. J’avais assisté depuis l’intérieur à un événement historique, et vu comment deux camps opposés s’étaient affrontés sans aucun état d’âme envers tous les gens qui étaient venus là désarmés, juste pour apercevoir le leader, certains étaient même grimpés aux arbres, et depuis la tribune, Favio leur criait de descendre, sous peine d’être abattus par les francs tireurs ! En rentrant de là, j’ai senti un grand vide. On se sentait orphelins. A quoi pouvait servir le leader ? S’il était venu pour ça, pour provoquer un affrontement, une guerre interne au mouvement, alors, c’était juste un leader « chaotique », moi j’attendais quelqu’un venu pour parler de progrès, de paix, d’avenir meilleur, et je n’avais rien vu de tout ça. D’une certaine manière, Ezeiza m’a marqué au fer rouge, je n’ai plus cru en rien, je suis devenu intolérant aux discours des uns et des autres, à leur esprit militant, cela m’était étranger, ne m’intéressait pas, je ne ressentais aucune émotion devant les récitations de discours de Marx, ou de n’importe qui d’autre, ça ne me touchait pas. Voilà ce que fut, pour moi, l’expérience d’Ezeiza.

Propos recueillis et traduits par PV. Juin 2021.

3ème partie : analyse d’un massacre programmé

          Le retour de Perón, comme on l’imagine, a provoqué un engouement extraordinaire parmi la population argentine. Très vite, l’idée d’organiser une manifestation festive pour l’accueillir à son arrivée s’est imposée au sommet du parti. A cet effet, un comité d’organisation est mis en place, afin de préparer au mieux l’événement, dont on pressent qu’il mobilisera une foule énorme. Cinq responsables sont désignés pour faire partie de ce comité. Et déjà, on perçoit un très net déséquilibre au profit de la tendance la plus à droite, puisqu’il ne compte qu’un seul représentant de la gauche péroniste : Juan Manuel Abal Medina. Parmi les quatre autres, on compte deux leaders syndicaux, José Rucci et Lorenzo Miguel, et deux personnages plutôt situés à l’extrême-droite de l’échiquier politique péroniste : Jorge Osinde et Norma Kennedy.
          Le vrai chef de cette commission d’organisation, c’est Jorge Osinde, qui d’emblée se présente comme expressément mandaté par Juan Perón lui-même, et donc exécutant ses instructions. Fort de ce prétendu mandat, il va passer par-dessus le gouvernement de Cámpora, dont le ministre de l’intérieur, Righi, sera réduit à un rôle purement protocolaire.
Le but d’Osinde est double. Un, mettre en difficulté Cámpora, et si possible le discréditer aux yeux de Perón et des Argentins. Deux, se débarrasser définitivement de la tendance gauchiste du péronisme. Le lieutenant colonel Osinde est un anti communiste féroce, ancien chef du service de contre-espionnage militaire en 1946, qui n’a pas hésité à pratiquer la torture dans les années cinquante pour le compte de Perón. Amnistié après le renversement de Perón en 1955, il a même un temps pu espérer être le candidat péroniste en lieu et place de Cámpora, sous la bannière de la droite péroniste. Après avoir tenté d’empêcher le déroulement de l’élection du 11 mars, il a finalement obtenu un poste de secrétaire d’état (aux sports et au tourisme) auprès du ministre du Bien être social, José López-Rega. Un autre proche de Perón, bien à sa droite. Poste qui lui a donc permis de s’octroyer la part du lion dans l’organisation de la manifestation du 20 juin.
          A partir de là, toute l’organisation tendra à s’assurer le contrôle total du déroulement de la manifestation : accès, moyens de communication, postes stratégiques, sécurité. Dès le 7 juin, une première commission mise sur pied par le gouvernement de Cámpora est remplacée par celle d’Osinde. Curieusement, celui-ci fait réduire tous les moyens au strict minimum, que ce soit sur le plan des postes de secours, des hôpitaux de campagne ou des moyens de transport. La tribune, énorme, sera installée sur un pont de l’autoroute qui mène d’Ezeiza à Buenos Aires, le pont n°12, autrement nommé «El Trébol» (le trèfle). Il convient, toujours selon Osinde, de faire en sorte que n’y aient accès que des gens «sûrs», autrement dit de la bonne tendance, et qu’elle soit protégée afin d’éviter les intrusions. Il faut également assurer les alentours. C’est pourquoi l’école située à quelques centaines de mètres à gauche du pont devra être évacuée, et occupée par des partisans. Officiellement, tout ce dispositif a pour but d’éviter tout attentat contre Perón : Osinde et ses amis craignent que les gauchistes du mouvement ne tentent de l’assassiner. Craignent, ou font semblant de craindre. Toute cette garde rapprochée sera d’ailleurs lourdement armée. D’où viennent les armes ? On saura plus tard que c’est López Rega, ministre du Bien être social et très proche de Perón, et surtout de sa femme, qui se les est procurées. Mais pas seulement. Le Comité met l’embargo également sur tout un stock de pistolets-mitrailleurs destinés à la sécurité des banques. Des dizaines d’armes sont ainsi réservées pour être remises aux forces de sécurité.

Les lieux. En bleu, le pont où avait été installée la tribune. En rouge, le foyer-école. En jaune, l’autoroute Ricchieri (la flèche indique la direction de l’aéroport).

          Le Comité d’organisation fait également main basse sur tout ce que le gouvernement peut fournir d’ambulances. Celles-ci, on le verra, ne serviront pas qu’au transport d’éventuels blessés. Loin de là. Quant à la clinique d’Ezeiza, prévue au départ pour servir d’arrière-garde du dispositif sanitaire, elle sera également occupée par des membres du Comité, et les médecins dépossédés de toute autorité.
          Autour de la tribune, sont disposées deux rangées de barrières, solidement défendues par 3000 hommes de confiance. Qui n’ont pas été recrutés, formés ni équipés en un jour, ce qui tendrait à prouver que ces dispositions ont été envisagées bien avant la date fatidique.
          En réalité, tout est donc prévu pour faire face à un affrontement direct avec les jeunes révolutionnaires. Plus que ça : pour créer les conditions de cet affrontement. Les grands responsables de l’organisation, Osinde, le commissaire Villar, Ciro Ahumada, Norma Kennedy, Brito Lima, ont soigneusement préparé le terrain pour en avoir la maîtrise totale. L’accès à la tribune est donc réservé aux gens de leur faction : syndicalistes (notamment du SMATA, syndicat du secteur automobile), militaires et gendarmes en retraite, hommes de main de dirigeants politiques locaux, on y entendra même parler français. En effet, nos braves tortionnaires des guerres coloniales perdues, Indochine, Algérie, sont venus distiller leurs bons conseils sur la manière de lutter contre « la subversion » et apporter leur assistance en personne. (Voir à ce sujet l’excellent documentaire – et le livre – de Marie Monique Robin : Escadrons la mort, l’école française, sur l’aide apporté par les Français aux militaires Argentins, notamment pendant la dictature).
          A Ezeiza, l’Hôtel International est lui aussi occupé par les forces du Comité d’organisation.
          A la mi-journée, tout est donc en place. Lorsque les colonnes des mouvements de jeunes révolutionnaires arrivent derrière la tribune, elles sont accueillies par un feu nourri. C’est la débandade. Après coup, Osinde et ses amis tenteront de faire croire que les révolutionnaires étaient eux aussi venus lourdement armés : toujours la fable de l’attentat contre Perón. En réalité, il n’en est rien. Certes, quelques leaders portent une arme, mais rien d’autre que de petits calibres, dont ils ne se séparent d’ailleurs jamais lors de toutes les manifestations. Certes, l’intention des groupes Montoneros était de s’approcher au plus près de la tribune. Mais rien n’est jamais venu corroborer qu’ils avaient une attitude menaçante, et l’immense majorité d’entre eux n’était armée que de banderoles.
          Les premiers tirs viennent de la tribune, la foule court en tous sens, tentant de se protéger derrière, et dans, les arbres situés dans les environs. Ils seront alors pris sous un autre feu, venu, lui, du local du foyer école. Il y a même une confusion qui serait comique, n’était le contexte tragique du moment : des tirs venus du foyer atteignent la tribune, et tout le monde pense que deux camps s’affrontent, quand ce sont des alliés qui se tirent dessus sans le savoir !
          Il y a également des tirs depuis les arbres. Un temps, on pense qu’il s’agit de francs-tireurs «subversifs» montés là pour viser la tribune. Au micro, dans la panique générale, l’animateur Leonardo Favio supplie les tireurs d’en descendre. En réalité, la plupart sont également des hommes d’Osinde.
          On procède à de nombreuses arrestations. Des jeunes révolutionnaires, mais également des gens ordinaires, dont le seul défaut aura été de se trouver au milieu de l’échauffourée. Et voilà à quoi auront servi les ambulances : non pas à transporter les blessés, mais à transporter ces prisonniers jusqu’à l’Hôtel International, où certaines chambres serviront de lieux de torture. Leonardo Favio, qui s’était rendu à l’hôtel pour tenter d’avoir des informations, témoignera être entré dans une chambre et avoir vu du sang sur les murs, des jeunes alignés debout mains sur la tête, et d’autres encore couchés sur le ventre. Parmi les gardiens présents, certains les pointaient avec une arme tandis que d’autres les frappaient avec les crosses de leurs fusils ou des barres de fer. On s’apercevra que tout le premier étage avait été mis à disposition des hommes d’Osinde. Celui-ci, ainsi que Ciro Ahumada, nieront les tortures, ou plutôt en rejetteront la faute sur «des éléments incontrôlés», qui auraient profité de ce que l’hôtel était vide quand «tout le monde était occupé à son poste» pour commettre les faits. Bien entendu, les fameux «éléments incontrôlés» ne furent jamais identifiés.
          En dépit de la responsabilité évidente de la faction d’Osinde, il n’y eut aucune suite judiciaire à la tragédie. Et pour cause. Nous reproduisons ici la conclusion d’Horacio Verbitsky :
«Dans un débat contradictoire, (le ministre de l’intérieur) Righi avait toutes les cartes en mains (pour faire arrêter les vrais responsables, NDLA). Mais il ne s’agissait pas de cela. Righi soupçonnait fondamentalement que López Rega, Isabelita et à travers eux Perón, penchaient en faveur d’Osinde. Pour les contrecarrer, il aurait fallu pouvoir produire des preuves, au moyen d’enquêtes menées par la Police Fédérale, arrêter les conspirateurs sur leurs lieux de réunion, saisir les armes, prouver leur lien avec Osinde, arrêter et juger le Secrétaire d’état aux sports et au tourisme (Osinde lui-même, NDLA), de même pour Norma Kennedy et Brito Lima. Quand ses conseillers le lui ont suggéré, Righi a un sourire sceptique. Perón s’était prononcé dans son discours du 21 en faveur des agresseurs, ce qui scellait, par son poids politique décisif, le sort du gouvernement de Cámpora. On avait perdu un temps précieux et il n’y avait plus grand-chose à faire. Les rares commissions rogatoires, qui, tardivement et sans grande conviction, avaient ordonné quelques perquisitions, ne donnèrent aucun résultat. Les armes avaient disparu avant l’arrivée des policiers. Osinde avait remporté la partie». (Traduction PV)
          Toujours selon les conclusions de l’enquête de Verbitsky, rien de tout cela n’aurait été possible sans l’assentiment de Perón. Le double but de la droite péroniste était atteint : séparer la gauche du mouvement (autrement dit «couper la branche pourrie»), et précipiter la chute d’Héctor Cámpora. Celui-ci, loyal pourtant jusqu’au bout, n’offrira aucune résistance et mettra son mandat à disposition de Perón. Il n’avait jamais eu l’intention de s’opposer au général, et n’entendait aucunement s’accrocher à son poste. Mais la droite péroniste ne pouvait se contenter d’une simple démission. Elle avait besoin d’un renversement en bonne et due forme. D’une humiliation. Et pour cela, il fallait que la fête soit gâchée.

2ème partie : le jour J

          L’avion devant ramener Perón à Buenos Aires devait se poser le 20 juin en milieu de journée à l’aéroport international d’Ezeiza. Pour l’accueillir, ses sympathisants avaient prévu une immense tribune, qu’ils avaient située sur un pont de l’autoroute conduisant de l’aéroport à la capitale, dite «autoroute Ricchieri». Dès le matin, des milliers de gens arrivent, essentiellement de la province de Buenos Aires, mais aussi de tout le pays, pour assister à cet événement dont tout le monde pressent le caractère historique pour l’Argentine. Pensez : le retour, après dix-huit ans d’exil, d’un ancien président qui a marqué comme aucun autre avant lui, et aucun autre après, l’histoire politique du pays. Dans l’esprit de beaucoup, des vieux comme des jeunes, Perón représente la nostalgie des «jours heureux», d’une époque où la vie était plus facile pour les gens modestes que le grand leader avait pris sous son aile. Ces dix-huit années de gouvernement en grande partie dominé par les militaires n’ont pas peu contribué à idéaliser cette époque révolue, d’autant plus dans un contexte politico-économique fortement dégradé. Difficile de dire que ses successeurs de la «Révolution libertadora» ont tenu les promesses qu’ils avaient faites, en renversant Perón, de rétablir la démocratie et les libertés, rendre au pays son lustre d’antan et améliorer la vie de tous les citoyens Argentins. En 1973, l’Argentine est un pays exsangue, miné par la violence des conflits internes, son économie est chancelante, et la majorité n’a plus qu’un désir : voir dégager les militaires. Dans l’esprit de la plupart, seul un messie peut sauver le pays du chaos dans lequel il est plongé, et ce messie, c’est Perón.

          Entre deux et trois millions. C’est en général le nombre cité pour évaluer l’importance de la foule accourue ce mercredi 20 juin pour fêter le retour du fameux messie. Des militants, bien sûr, mais aussi et surtout, des gens ordinaires, des familles, des gens d’un même quartier, d’un même village, on vient là pour faire la fête, parce qu’on a l’impression d’une grande respiration possible, d’un renouveau, d’un espoir renaissant. C’est la vieille Argentine qui revient, celle dont les plus vieux se souviennent avec des trémolos dans la voix, l’Argentine prospère, celle où on trouvait du travail, celle où il était facile de se loger, celle où les petits étaient défendus, l’Argentine du «Père éternel», comme l’appelle avec un brin d’ironie le philosophe José Pablo Feinmann. Feinmann, on l’a vu dans la première partie, compare Perón au Godot de la pièce de Ionesco, ce personnage qu’on attend éternellement et qui ne vient jamais. Sauf que cette fois, Godot finit par arriver. On verra plus loin ce que cette différence, énorme, avec l’attente sans fin de Vladimir et Estragon, va entrainer de conséquences.

La tribune

          La ferveur est immense. Sur la tribune, le célèbre acteur et animateur de télévision Leonardo Favio chauffe la foule, déjà présente en masse bien avant l’arrivée de Perón. Soudain, vers l’arrière de la tribune, s’avance une énorme colonne de militants péronistes. Ce sont les jeunes des groupes Montoneros et des FAR (Forces armées révolutionnaires) qui, armés de grandes banderoles, veulent contourner l’estrade pour venir se placer aux premières loges au pied de la tribune et montrer au vieux leader qu’ils sont bien ses plus fervents supporters. A 14 h 29, on entend tout à coup des rafales de mitraillettes. C’est la panique. Tout le monde se met à courir dans tous les sens. Très vite, on compte de nombreux blessés. On commence à entendre des sirènes d’ambulances. Des cris. D’autres tirs. D’où viennent ces tirs ? Les premiers, de la tribune. A l’arrivée des jeunes révolutionnaires, des centaines d’armes sont sorties de leurs cachettes, et ont garni les mains de ceux présents sur la tribune. Ensuite, d’autres tirs, provenant d’une école située non loin de là, sur la gauche de la tribune. Et enfin, depuis les arbres compris entre ces deux zones. Le public est stupéfait, l’hébétude est totale. Personne n’y comprend rien. Favio, à qui l’on a confié le soin d’animer la manifestation, non plus, apparemment. Il lance des appels désespérés au calme, et tente de rassurer la foule. Mais il a l’air aussi paniqué et incrédule que la grande majorité du public. Les échanges de tirs vont se poursuivre une bonne partie de l’après-midi, jusqu’à la dispersion totale de la manifestation, qui se termine en drame. Perón, bien entendu, n’est pas venu. Son avion n’a même pas atterri à l’aéroport d’Ezeiza. Vu la tournure prise par les événements, sa garde rapprochée a préféré le faire atterrir à la base militaire de Morón, toujours en banlieue de Buenos Aires, mais 25 kilomètres plus au nord. La fête n’est pas finie : elle n’a tout simplement pas eu lieu. Selon les chiffres donnés par le journaliste Horacio Verbitsky dans son étude de 1985, l’échange de tirs aura fait 13 morts identifiés, et 365 blessés. Mais en réalité, on n’a jamais su exactement le nombre de victimes. Sans parler des arrestations, des participants emmenés on ne savait exactement où, ni exactement par qui, et encore moins dans quel but.

          A ce moment-là de la manifestation, très peu de gens ont une idée précise de ce qui a bien pu se passer. L’enquête d’Horacio Verbitsky permettra, bien plus tard, de lever le voile sur cette affaire et de répondre à bien des interrogations sur les très chaotiques circonstances du retour de Juan Domingo Perón. Nous en parlerons dans une troisième partie.
          Pour le moment, l’heure est à l’abattement. Les millions de personnes accourues pour célébrer le retour du «Père éternel» s’en retournent, la tête basse et remplie de questions. Citons de nouveau José Pablo Feinmann, qui était là ce jour-là et qui décrit la scène dans son livre :
«Revenir d’Ezeiza a représenté une douleur inextinguible. La nuit tombait et la foule immense marchait sur l’autoroute en regardant l’asphalte. Personne ne parlait. Le silence était assourdissant. C’était la plus gigantesque veillée funèbre de l’histoire argentine. Un hélicoptère nous a survolés et a annoncé que le général Perón allait bien, qu’il avait atterri à Morón et se dirigeait vers sa résidence de la rue Gaspar Campos (au nord de la capitale, NDLA). Quelques uns, pathétiques, applaudirent et crièrent même des « Vive Perón ! ». Peu, très peu. Les autres continuèrent d’avancer comme des zombies. Nous revenions vidés. On nous avait volé la fête. Parce que c’était cela auquel nous étions tous (plus de 2 millions de personnes) venus assister : à une fête. Pour voir et faire partie d’un événement unique, qui n’aurait plus jamais lieu.» (José Pablo Feinmann – Peronismo, filosofía política de una persitencia argentina – T2 – p.331 – Ed Planeta – Traduction PV)

          Nous étudierons dans une troisième partie la thèse du journaliste Horacio Verbitsky, qui a publié les résultats de sa minutieuse enquête sur ces faits dans son livre « Ezeiza », paru 12 ans après le drame. (Voir bibliographie succincte)