2ª parte: El peronismo, la vida es un sueño

I. Gobierna el Padre eterno

           El líder funciona como un kitsch estético, le regala ilusión a quien lo consume sin preguntar nada, les deja un sabor dulzón en el sitio de los deseos, permanecen felices gozando de lo que reciben, la mano que entrega la sal de la vida lo hace sin ningún esfuerzo personal, el bocado edulcorado del líder paternalista lo mastican en silencio, se sienten ungidos por una mano superior.

          La fotografía del líder cuelga en la paredes de todas las escuelas del país, en las comisarias, en los despachos públicos, es la imagen de un centauro montando en un caballo tobiano, mira desde su cabalgadura a la muchedumbre, su mirada protege y sana a los desposeídos, su mirada les renueva la esperanza de cada día, los deja complacidos.

Cartel de Raúl Manteola – 1948 – Museo del Bicentenario, Buenos Aires.

          Perón recorre los barrios carenciados en su auto descapotado, regala pelotas de futbol, las número 5, de cuero, en los gajos de cuero esta la cara del líder, con su mejor sonrisa, una pelota de cuero picando en un baldío, era un sueño que ningún rey mago podía superar.

          La masa está domesticada, acepta con ruidosos canticos aprobatorios la verbalización del líder, es apostólica, la multitud solo quiere su presencia, escuchar su voz, verlo con su peinado brillante de gomina, la cara restalla por la crema que oculta una vieja enfermedad de la piel, nunca porta un discurso escrito, las caras expectantes de la Plaza de Mayo, las expresiones de los movilizados son suficiente inspiración para decir lo que ellos quieren escuchar, palabras y gestos del líder son el pan para la muchedumbre.

          Yo, cernido por la dificultad de comprender el entramado histórico, entro a punta de machete en algunos tramos espesos de la historia, escribiendo reconstruyo el mito desde el llano, mis recuerdos de aquel tren de madera que recibí en una navidad, era de la fundación Eva Perón. Acariciaba el tren de madera como un talismán, deseaba viajar por mares, montañas, lagos. Mi abuelo me construyó una escalera de madera para trepar a un árbol, desde su fonda podía ver el paso de un tren de verdad, la formación cruzaba por el horizonte echando vapor por su chimenea, era una visión mágica para un niño de cinco años, aquella imagen se parecía mucho a un acto prodigioso, al bajar del árbol, me reunía con mi tren de madera de la fundación Eva Perón, nunca olvide aquel primer regalo de reyes.

          Perón se muestra como el gran cocinero de una realidad ilusoria y tóxica, personifica a un vendedor de fantasía, los que siempre piden, esperan ser tocados por sus manos, recibir las sales de la buenaventura. Su mujer, Evita, aprende rápido, los rescoldos del poder la motorizan, se está ganando un lugar entre los humildes, será una imagen de culto; ella encarga la revolución distributiva, el milagro de obsequiar unas casas, una maquinas de coser, unos tornos mecánicos para los emprendedores, canoas a los pescadores del Rio Paraná, colchones, juguetes, uniformes escolares, mejorar las leyes laborales, legislar el voto femenino.

          “Las mujeres votaran por ella, los hombres por mí” decía el general. Acertado. No todas las mujeres, no todos los hombres, pero sí los creyentes, los que veían en ellos los mesías del milagro de la fe, los quienes luego añoraran “los días felices”, cuando la historia, sin piedad para los fieles, habrá decido cambiar de rumbo para beneficiar a otras almas.

II. Magia del poder

          Existe una creencia bastante arraigada en la mente de unos argentinos, en cuanto al poder mágico de sus dirigentes supremos: la del presidente salvador de cuerpo y alma. Así la familia Godoy celebraba la llegada de su séptimo hijo varón, Hipólito Godoy. El padre del vástago comenzó a gestionar por distintas oficinas públicas como conseguir el padrinazgo de vástago por el presidente de la nación. Porque el padrinazgo presidencial es el único recurso terrenal para evitar que el séptimo hijo varón se transforme en un lobizón, (un hombre lobo). Así el séptimo hijo de la familia Godoy fue anotado con el nombre de Juan Domingo, o sea, como el presidente, como el líder.

           El bautismo con la venia presidencial para evitar la conversión del retoño en una bestia sedienta de sangre. De no cumplirse con lo estipulado por la iglesia y el mandato del gobierno, la mutación en lobizón constituirá una mala prensa para el gobierno del general. Después de dos semanas de gestión, Godoy fue escuchado en las oficinas del episcopado como de la gobernación, le otorgaron una fecha para bautizar a su séptimo hijo. Todos festejan, el pueblo festeja, nada va a cambiar, todo vuelve a estar en armonía. La unción presidencial ha salvado el hijo de la maldición.

          Dentro de esta mezcla de realidad cotidiana y de irracionalidad, soy participe de la experiencia viva, mi memoria es parcial, individual y colectiva, crecí en un país que no me permite comprender su entramado político, intento una primera aproximación, solo me deja ver un entretejido de incoherencia, de contradicciones, de corrupción, al recorrer la andadura política la explicación me llega a través de la ficción, el peronismo en su trayectoria deja pistas falsas, unos montajes destinados a dar viso de verdad a supuestos hechos, a sentimientos de intención, a gestos que se agotaron en ademanes, en amagues.

          Poseo fragmentos de comprensión, son ecos y sombras de una verdad esquiva, busco el dato ausente, la nota que me ayude a interpretar el laberinto por donde se escurre la historia de un país que se ovilla en su propio credo, la realidad Argentina es un animal montuno, siempre esquivo al análisis y la comprensión.

          Los argentinos deambulan como sonámbulos en un mundo que no reconocen como propio, después de 70 años seguimos escuchando el mismo concierto, el mismo griterío, representan el reflejo reprimido de una historia trágica. Los acontecimientos se vuelven evasivos, es necesario usurpar buenas herramientas de la ficción para poder contarlas, el zigzagueo de la política argentina requiere imprimir un efecto preformativo para escribirlo, darle algún viso de entendimiento satisfactorio a lo redactado.

III. Los dirigentes y la superstición

          La historia de los golpes de estado marca nuestra decadencia, comienza en 1930, luego se fueron repitiendo: en el 1943, 1955, 1962, 1966, 1976, un golpe de estado cada diez años, una interrupción del proceso democrático, una suerte de noria infinita rodando hacia un abismo. El pasado es repetitivo como una pasmosa maldición india. Nietzsche observó que los seres humanos no podemos soportar demasiada realidad y que a menudo la verdad es mala para la vida. El país en su andar olvidó el pasado, olvidó que el pasado no pasa nunca, es solo una parte o una dimensión del presente, —lo dijo Faulkner—, es posible que el líder nunca leyó a Faulkner, perdió de vista la observación del gran escritor del sur de los Estados Unidos.

          No es un secreto que los presidentes argentinos ocultaban una marcada personalidad supersticiosa, en la intimidad del poder consultaban a brujos y videntes antes de tomar una decisión importante, famoso augures ingresaban a la Casa Rosada mandados a llamar por el primer magistrado.

          Hipólito Jesús paz, quien fue canciller entre 1949 y 1951 del primer gobierno de Perón, aseguro en sus memorias que Juan Domingo Perón solía recurrir a un vidente llamado Míster Lock, al augur lo “protegía y admiraba” el Ministro de Salud Pública de la época, Ramón Carrillo. Las consultas al vidente se interrumpieron por la intervención directa de Evita, que no creía en brujas ni en videntes y fue terminante con Míster Lock: “retírese, no vuelva más, porque aquí la única que le lee el futuro al general soy yo”.

          Muerta Eva, Perón comenzó a conversar con frecuencia con el Hermano Lalo (Hilario Fernández, un español) que dirigía la neo espiritista Escuela Científica Basilio.

          Como ocurre en el realismo mágico, en el realismo político, el peronismo como un fenómeno social místico, puede romper el orden lógico de las cosas, y en ese contexto, cualquier acontecimiento puede resultar inverosímil, revestido de magia.

          “Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espanto al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los calvos y los tornillos tratando de desclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada truculenta detrás de los fierros mágicos de Melquiades”.

                                                             Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.

Manuel Silva – 2021

 

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