Escrito el 28 de enero de 2020
El otro día, cerca de la Facultad de derecho, abajo del barrio de la Recoleta, donde resido, muy cerca del centro turístico, un joven agredió a un australiano de 67 años quien estaba corriendo para hacer algo de deporte. Le robó su celular después de haberle apuñalado en el corazón. El turista se quedó en coma (A la hora de publicar este artículo, ya murió el turista).
Ya nos habían agredido a mi amigo Patrick y a mí, hace tres años, casi en el mismo lugar, o sea en el interior mismo de la facultad, cuando visitábamos el hall de entrada. Pasó por la mañana, pero el lugar, que tampoco es muy notable, estaba totalmente vacío. Se trató de una agresión mucho menos grave. Sentimos algo húmedo en la espalda y un tío se acercó a decirnos que teníamos las chaquetas manchadas. Pensamos en excrementos de palomas, ya que había un montón dentro del hall, y el hombre nos indicó la puerta de los servicios muy cerca. Nos acompañó adentro y nos ayudó a limpiar la ropa con servilletas de papel. Por suerte, Patrick se percató que aprovechaba para registrar nuestros bolsillos, ya me había robado la cartera y la había tapado bajo unos documentos. Me acerqué a él, tuvo miedo y pude recuperar la cartera sin problema. Le echamos a gritos, pero sin más: no queríamos tener problemas. Podía él tener amigos en los parajes. Claro que él mismo nos había manchado la ropa, probablemente con una jeringuilla llena de un producto maloliente.
Lo cuento para testificar que la zona no es muy segura. “Es normal”, me explicó mi amigo porteño Benito. “La facultad se halla justo en frente de la villa miseria 31, del otro lado del ferrocarril”.
Se conoce mejor este tipo de lugar bajo su denominación brasileña de “Favela”. En Chile lo llaman “Chabola”, y en Francia “Bidonville”. El 31 no tiene nada que ver con el número de villas existentes dentro del perímetro de la ciudad de B.A. Por suerte, no existen tantas villas. Hay dos explicaciones: una dice que se trata de un número catastral, otra que corresponde a la clasificación por orden de aparición en la historia, las primeras villas apareciendo en los años 1930, cuando la inmigración europea fue sustituida por las migraciones del interior. Así que muchas villas han desparecido con el tiempo. Queda un poco más de una decena hoy.
En Buenos Aires son verdaderas ciudades dentro de la ciudad. Con el tiempo, las casas, temporales en un principio, dejaron sitio a construcciones más amplias y robustas, de ladrillo, de madera o de chapa. Muchas tienen varios pisos. El Estado nunca logró borrar esos estigmas de la ciudad, por falta de voluntad, de medios o de tiempo, ya que los gobiernos pasan mientras que los inmigrantes siguen afluyendo. Entonces, se adaptó, y ahora las villas incluso tienen servicio de agua corriente (aunque bastante básico), y las autoridades hacen la vista gorda sobre las desviaciones del sistema eléctrico.
Estas ciudades hasta forman comunidades organizadas, con sus propias reglas y leyes. Así el nuevo morador tiene que acatar las leyes de instalación impuestas por los habitantes más antiguos. Son ciudades cerradas: el visitante se toma el riesgo de entrar, ya que los extranjeros siempre están considerados como intrusos. O peor aún como fisgones. Es que los habitantes quieren proteger su dignidad, y nada más les enfada como ser vistos como bichos raros. Pobres dentro de los pobres, vienen de las provincias del interior para encontrar trabajo y hacerse un lugar dentro de la sociedad porteña. Se les apodan “negros” o “grasas”, refiriéndose al color de su piel y de sus pelos oscuros y grasientos, ya que muchos de ellos vienen del norte y/o de los países limítrofes y tienen raíces indias.
Hubo varias tentativas para cerrar esos lugares y acabar con las construcciones ilegales. En los años 60, los gobiernos militares crearon “Nucleos de construcciones transitorias”. Pero no sólo esas nuevas construcciones del estado no bastaron para albergar toda esta población precaria (cerca de 300 000 personas en 1966), pero eran más indignas aún que las que construían los mismos “villeros”: una media de 14 metros cuadrados por familia, no cuarto de baño, nada de baldosa en el piso, etc… O sea que construyeron nuevas villas al lado de las antiguas. Nada más.
Hoy en día, estas zonas de precariedad se instalaron en el espacio y en el tiempo. Forman parte de un decorado que la gente mira desde lejos y prefiere ignorar. Pero también son lugares donde la gente vive normalmente, o casi, trabaja (con contratos precarios – o sin contrato – muy a menudo, eso sí, pero mucha gente queda en paro), tiene coche, y donde hay comercios. Los niños van al colegio, y eso a veces implica cierta mezcla social: así los colegios públicos de La Recoleta, un barrio de los más acomodados de Buenos Aires, reciben chicos de la villa 31. Claro que eso provoca dificultades, y en muchos casos, la “buena sociedad” prefiere mandar sus niños en colegios privados.
Leí en el diario de hoy que el Estado había decidió instalar oficinas del ministerio de Educación en la entrada de la villa 31. Los empleados no parecen muy felices con ese cambio geográfico, ya que además del problema del transporte (la villa queda más lejos de sus propias casas) plantea también el de la seguridad. No es que haya más delincuentes en las villas. Pero es que la pobreza se encuentra muy concentrada en esos lugares. Y el consumo de droga está muy elevado dentro de la población joven de las villas. A los villeros les gustaría integrarse en el tejido social porteño. Pero se ven algo atrapados. Todo el mundo está atrapado: ellos, el Estado que no tiene soluciones a corto plazo (y a largo plazo tampoco), los que viven al lado de las villas y que tienen que soportar un ambiente difícil y conflictivo. El problema afecta a la sociedad en su conjunto, pero nadie se hace cargo. Fatalismo argentino.
Para ir más lejos:
El bajo Belgrano : del barrio de Las latas a la villa 30 (En español)
https://rdu.unc.edu.ar/bitstream/handle/11086/13231/snitcofcky_eje%202.pdf?sequence=34&isAllowed=y
Los origenes de los barrios precarios en la ciudad (En español)
http://www.solesdigital.com.ar/sociedad/historia_villas_1.htm
Les villas miseria de Buenos Aires (En francés)
http://www.petitherge.com/article-les-villas-miseria-de-buenos-aires-113282972.html
Y acá mismo, el cuento “El buen doctor Santamans” (En dos versiones)
https://argentineceleste.2cbl.fr/le-bon-docteur-santamans-2/