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No cabe duda que esta ruta es mucho menos conocida que la famosa 66 en Estados-Unidos, pero la « Ruta 7 » argentina vale la pena de un viaje.
Esa cinta de asfalta de 1224 kilómetros sale de las orillas del Río de la Plata para ir hasta la Cordillera de los Andes. Cruzando así de este a oeste las provincias de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza (Cuyo), revela la diversidad de los paisajes naturales que participan del encanto de este fascinante país.
Acá no vamos a recorrer sino les 220 kilómetros finales de la ruta, entre Mendoza y Las Cuevas, donde se encuentra el túnel del “Cristo Redentor”, última etapa del viaje. Pasando por las opulentas propiedades vitícolas de Maipú, entramos en el valle del Río Mendoza y sus paisajes desérticos. Primera parada: el embalse de Potrerillos. Nos paramos a desayunar en Uspallata, oasis de álamos en medio de un decorado más bien mineral, a 2039 metros de altitud. 165 kilómetros más allá de Mendoza, y a 2580 metros de altitud, descubrimos el sitio de “Los Penitentes”, que llamaron así por la forma de las rocas, que se parecen a frailes.
Parada imprescindible en “Puente del Inca”, puente natural formado por la acumulación de nieve y pedregal solidificados por el hierro y el azufre del “Río de las Cuevas”. Este sitio se merecería más tiempo para estudiar mejor su historia y sus leyendas, pero ya tenemos que seguir nuestro viaje.
Antes de llegar a nuestra meta final, hacemos una pausa algo “ventosa” al pie de la cumbre de las Américas: el Aconcagua que vigila desde sus 6960 metros de altura la reserva natural epónima.
Al salir del pequeño pueblo de Las Cuevas, dejamos la Ruta 7 que continúa por el túnel que une desde 1980 Argentina y Chile. Vamos rumbo al Paso de La Cumbre, punto más alto de la antigua carretera entre Mendoza y Santiago de Chile. Esta pista de tierra que serpentea sobre una decena de kilómetros nos permite subir hasta el mirador del Cristo Redentor (3854 m.), etapa final de nuestra excursión.
Ese magnífico entorno natural de las altas Andes fue el teatro, el 13 de marzo de 1904, de la inauguración de la estatua del “Cristo Redentor de los Andes”. Un monumento clave de la historia tumultuosa de las relaciones diplomáticas entre los dos países vecinos.
Las dos naciones se enfrentaban desde finales del siglo XIX, en torno al problema del trazado de la frontera. Solicitaron la intermediación del Rey de Inglaterra, Eduardo VII, y este puso un punto final al desacuerdo, evitando una guerra que parecía inevitable (Fueron los ingleses quienes fijaron la frontera entre los dos países en noviembre de 1902. Pero argentinos y chilenos firmaron un tratado de paz unos meses antes, los “pactos de mayo”).
Es para recordar el mensaje de paz del Papa León XIII que el obispo de Cuyo, Marcelino del Carmen Benavente, mandó a construir una estatua de bronce de 7 metros de altura, encomendando el trabajo al escultor Mateo Alonso. La hermana de un general argentino, Angela Oliveira Cezar, quien formaba parte de la asociación suramericana por la paz universal y era amiga del presidente argentino Julio A. Roca (segundo mandato entre 1898 y 1904), sugirió levantar la estatua en tanto símbolo de paz en el Paso de La Cumbre, lugar por donde había pasado José de San Martín con sus tropas en 1817 para liberar a Chile.
Expuesta durante un breve periodo en el patio de la escuela Lacordaire en Buenos Aires, la estatua viajó luego por tren, sobre 1200 kilómetros, antes de verse desmontada en varios trozos para terminar el viaje transportada por mulas. La levantaron sobre un pedestal de hormigón y acero laminado de 6 metros de altura diseñado por el ingeniero Juan Molina Civit, a partir de los esbozos del escultor. El trabajo lo dirigió el ingeniero Conti.
Dos veces nominaron a Angela Oliveira Cezar para recibir el premio Nobel de la Paz, pero sin éxito. Sin embargo su obra siempre quedará como un testimonio de lo que se volvió con el tiempo un verdadero símbolo de esta zona andina.
(Versión en castellano: Patrick V.)