Escrito el 15 de enero de 2020
El miércoles 15 de enero, decidí ir a visitar el Museo de la Ciudad en San Telmo. Habían escrito en el sitio web : miércoles ¡entrada gratis!
También era una oportunidad de ir hasta el mercado a comer un choripán. Esta vez, elegí un “diablo”, con puerros asados. Muy rico. He visto que proponían en la carta uno de carne de cordero con peras y queso azul. Otra oportunidad para volver una tercera vez.
El museo estaba cerrado. El sitio web no mencionaba cierre ocasional, tampoco habían puesto un cartel en la puerta, nada. Había luz adentro, y por la ventana divisé un tipo trabajando en la sala, le saludé con la mano, pero me contestó que no con la cabeza, con cara reprobadora. Ni se molestó en acercarse para explicarme algo. Así que desistí y seguí andando hasta la Manzana de las Luces, al lado, otro “sitio notable” mencionado en la guía. En taquilla, me hicieron todo un discurso para explicarme el nombre del lugar. Manzana, porque el edificio ocupa una entera, dentro de un rectángulo limitado por cuatro calles. De las luces viene de las “Lumières”, periodo intelectual de la historia francesa contando con filósofos y escritores como Voltaire, Montesquieu y Diderot (Siglo XVIII). Sin embargo, el sitio lo fundaron los Jesuitas, lo que por lo menos huele a cierta paradoja. O sea que Luces, pero menos laicas que las francesas. Pero también el lugar constituye la primera universidad argentina, y el primer museo de las ciencias. En un principio, era sede de la “procuración” jesuita de Buenos Aires. Una sucursal argentina de la Compañía de Jesús, cuya sede principal se hallaba en el corazón de las “misiones” jesuitas, en el noreste del país (Ahora pues provincia de Misiones). Funcionaba de galpón para almacenar la mercancía proviniendo de las misiones, de hogar para los obreros guaraníes trabajando en las obras de construcción de la ciudad, de escuela, así como de residencia administrativa. O sea, un lugar multifuncional. Hoy en día, es una ruina. Ya no sirve para nada. Lo que se puede visitar son salas y patios totalmente vacíos. Un sitio fantasma, que alberga exposiciones temporales de arte contemporáneo, como tal era el caso en enero. Como se podrá comprobar en el texto del cartel abajo, también cambió mucho con el tiempo. O sea que parece peliagudo hacerse una idea exacta hoy de lo que parecía antaño.
Si nos fiamos en los dos últimos párrafos, el visitante tiene que tener algo de imaginación, y arreglárselo para reconstituir el sitio original. Palabras de oro, pero algo despreocupadas.
Sin embargo, en tanto aficionado a la historia argentina contemporánea, me emocionó bastante saber que este lugar era también el teatro de la famosa “Noche de los bastones largos”, en 1966. En la época, la dictadura del general Onganía quería amansar la Universidad y expulsar a los dichos “subversivos”, lo que hizo echándolos a palos, estudiantes como docentes.
En Europa, se hubiera reconstituido el contexto histórico reestructurando los espacios y devolviéndolos, por lo menos en parte, a su estado original, como mínimo mediante maquetas y fotografías. También se hubiera reconstituido cierta cronología, para darle al visitante una idea de la evolución, del cambio, de los acontecimientos a través de la historia. Nada de eso acá. Se visita el lugar tal como salió después de tantos cambios, sin el menor arreglo. El visitante tiene que dibujárselo – el sitio original – en su mente. Nada fácil. Algo como representarse la iglesia San Simeón en Burdeos, antes de que la utilizaran como estacionamiento. Un ejemplo: he aquí lo que queda de la Universidad:
Nunca hubieran tolerado tal monstruosidad en Salamanca (España, sitio de una de las universidades más emblemáticas de Europa. No resisto en traducirles un párrafo del “Petit Futé”, famoso guía turístico francés:
Construida en el siglo XVII por los jesuitas, la Manzana es un conjunto de edificios y túneles. No se sabe exactamente porque construyeron esos túneles, pero existen varias hipótesis: sistema de defensa, contrabando, lugar secreto para albergar los amores de los patricios de la época. Un sitio increíble.
Increíble si duda. Pero de túneles nada: sólo me permitieron visitar la planta baja, a nivel de calle. No era sino otro turista más.